sábado, 16 de septiembre de 2017

La CICIG y el oscurantismo reaccionario en Guatemala

Guatemala necesita un cambio que la salve del abismo en el que está a punto de desplomarse. No son los rojos abiertos o encubiertos los que la van a destruir, son los delincuentes de cuello blanco que la han estado gobernando.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

Guatemala tuvo el genocidio más grande de la América contemporánea y sus cifras son espeluznantes: 150 mil ejecuciones extrajudiciales y 45 mil desapariciones forzadas. La derecha extrema guatemalteca, al igual que el revisionismo histórico en la Europa del genocidio judío,  hoy pone en duda esta verdad histórica, la minimiza y combate la caracterización de genocidio sobre lo sucedido en la segunda mitad del siglo XX. Para poder hacer el genocidio, la clase dominante y el Estado construyeron dos “otredades negativas”: el “indio” (sucio, haragán, hipócrita, traicionero) y el “comunista” (apátrida, destructor de familia, propiedad, libertad y religión). Esas falsedades conformaron la “cultura del terror”, oscurantismo reaccionario que se nutrió de las tradiciones autoritarias, racistas y anticomunistas construidas a lo largo de la historia de Guatemala. Esa cultura legitimó la existencia de la dictadura militar más feroz de América latina, la aparición de los escuadrones de la muerte, las más de 600 masacres en las áreas rurales, la ejecución extrajudicial de dirigentes políticos democráticos o revolucionarios, líderes sociales o activistas estudiantiles.

El intento de Jimmy Morales de expulsar al Comisionado de la CICIG en Guatemala -acto que combina un interés personal como el del grupo de ex-militares que lo asesora-, ha desatado nuevamente la paranoia anticomunista propia de la guerra fría, la misma que bañó en sangre al país. Esa paranoia asesinó a Manuel Colom Argueta,  Alberto Fuentes Mohr y a Adolfo Mijangos, a quienes puso en el mismo costal que a la insurgencia guerrillera. Escribo todo esto, porque está circulando en redes sociales  un anónimo manifiesto digno de esa cultura del terror y paranoia anticomunista. Según dicho manifiesto, Guatemala está a punto de ser destruida (acaso el país no llegue a las próximas elecciones) por una izquierda populista, guerrillera, comunista y socialista que paulatinamente está cooptando a las instituciones del Estado (la Corte de Constitucionalidad, Procuraduría de Derechos Humanos,  la Administración Tributaria, la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público, la USAC, la CICIG etc., etc.,). Con tremendismo afirma que la universidad ya  está impartiendo seminarios de pensamiento chavista y la prensa escrita y televisiva “vendidas” ya difunden el socialismo del Siglo 21. Los autores de esta conjura comunista son Iván Velázquez (CICIG), la Fiscal Thelma Aldana, y una larga lista de partidos políticos (Encuentro por Guatemala, UNE, Winaq, Semilla por ejemplo) y de organizaciones sociales (Somos, Soy 502, CODECA etc.,). Me sorprendió que no se incluya al embajador estadounidense.

Guatemala no está siendo destruida  por los comunistas y sus aliados, sino por la corrupción en las altas esferas políticas y en ciertos círculos empresariales. En el pasado, los oscurantistas agitaron la paranoia anticomunista para defender un orden excluyente y dictatorial. Hoy agitan la misma paranoia para defender un orden igualmente excluyente, profundamente corrupto y lleno de impunidad.  Guatemala necesita un cambio que la salve del abismo en el que está a punto de desplomarse. No son los rojos abiertos o encubiertos los que la van a destruir, son los delincuentes de cuello blanco que la han estado gobernando.

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