sábado, 16 de abril de 2016

Guatemala en el pos2015

Las movilizaciones sociales de 2015 no fueron espurias. Evidenciaron el nivel de conciencia de un conjunto pluriclasista mayoritariamente dominado por las clases medias urbanas que expresaron el rechazo a la corrupción e inclinación por la antipolítica.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

La semana recién  pasada tuve la oportunidad de participar en Guatemala en actividades académicas en la Escuela de Historia de la USAC y en la FLACSO. Tuve la  fortuna también de ser invitado a conversatorios y disertaciones con varios de los colectivos que surgieron o se consolidaron  en las intensas movilizaciones que se observaron en el país, particularmente en su capital, entre abril y agosto de 2015. Hoy,  las grandes preguntas que surgen  con respecto a las reflexiones que han suscitado dichas movilizaciones tienen que ver con sus causas, su contenido y finalmente sus consecuencias.

He revisado el libro de Miguel Ángel Sandoval y publicado cuando todavía  no concluían las movilizaciones que culminaron con la renuncia  del presidente Pérez Molina, la vicepresidenta Baldetti y su encarcelamiento,  así como el de de diversos funcionarios del gobierno y otros notables. Publicado en junio de 2015,  el libro de Miguel Ángel es un texto que exuda entusiasmo por la gran  movilización y en su título lleva esperanza “El 25 de abril y la revolución moral del siglo XXI”.  Hace unos días recibí  el No. 48 de la Revista El Observador con dos textos importantes escritos por Carmen Reina y Marco Fonseca. Finalmente  mi querido amigo Virgilio Álvarez Aragón me ha regalado su último libro “La revolución que nunca fue. Un ensayo de interpretación de las jornadas cívicas de 2015”.  No pueden dejar de mencionarse los textos periodísticos de Mario Roberto Morales. He aquí pues varios  textos, seguramente habrá algunos más que no conozco, que son las primeras sistematizaciones sobre los acontecimientos históricos del año pasado en Guatemala.

No he podido dejar de oír  con sorpresa que una interpretación de los acontecimientos,  adjudica a Washington el papel de gran conspirador y en esencia autor de todos los acontecimientos políticos sucedidos el año pasado. No se dice  sino una verdad muy conocida cuando se afirma que el gobierno estadounidense ha actuado siempre como un actor fundamental en los acontecimientos de países como Guatemala. Pero me parece  muy limitado interpretar todo lo sucedido en base a esa variable. Hace algunos años tuve la oportunidad de entrevistarme con el embajador  estadounidense  de aquel entonces, el memorable Stephen Macfarland, y en su sobriedad diplomática pude entrever que había dos elementos centrales en las preocupaciones  estadounidenses para Guatemala: la penetración del crimen organizado en el seno del Estado y la necesidad de impulsar un programa de justicia transicional que castigara a los violadores de los derechos humanos. Y lo sucedido en los últimos años revela que dicha agenda se ha venido cumpliendo en niveles que no imaginábamos que era posible.

Pero las movilizaciones sociales de 2015 no fueron espurias. Evidenciaron el nivel de conciencia de un conjunto pluriclasista mayoritariamente dominado por las clases medias urbanas que expresaron el rechazo a la corrupción e inclinación por la antipolítica. El gobierno actual de Guatemala es el resultado orgánico de esa subjetividad. Esperemos que los textos interpretativos aquí anunciados sean el inicio de una reflexión que haga caminar a la indignación a peldaños más elevados.

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