viernes, 28 de agosto de 2015

Costa Rica: ¿Déficit fiscal o déficit social?

Solo se puede solucionar la crisis fiscal sin poner en riesgo la paz política,  si no se avanza en la superación del déficit social. Y esto no se podrá hacer mientras los sectores medios y populares  no logren una cuota significativa de poder político.

Arnoldo Mora Rodríguez* / Especial para Con Nuestra América

Como es habitual en Costa Rica, el segundo año se convierte en el decisivo del gobierno. Pero tratándose de uno de minoría, esas decisiones no dependen tan solo del poder ejecutivo. Quienes ostentan la mayoría en el Congreso asumen una responsabilidad igual. Hoy en Costa Rica gobernar es cogobernar. Ha hecho bien el Presidente  en dialogar con  los expresidentes. Pero la tarea principal no está allí sino en Cuesta de Moras. Los partidos se han debilitado hasta el punto de que en gran medida son tan solo maquinarias de marketing electoral y no imprimen una disciplina ni ideológica ni de conducta a sus diputados. Este debilitamiento se refleja en el hecho de que el poder radica en los poderes fácticos: el poder financiero, el mediático, las fuerzas sociales. Los dos primeros recurren al miedo, como ya lo hicieron en su campaña en favor del TLC, o en el último mes de la campaña electoral pasada. Los sectores sociales responden apelando a la “democracia de la calle”. Costa Rica vive hoy una etapa crucial que refleja lo que está pasando en el mundo. Pero no podemos olvidar nuestros logros del pasado que nos permitió construir el Estado social de derecho.

Eso es lo que se da como trasfondo del intento por superar el déficit fiscal. Tratar de superarlo mediante el aumento de la carga impositiva sin tocar las causas estructurales, es como poner una curita para sanar un cáncer. Lo más grave de la crisis fiscal es la crisis social. Las recetas impuestas por el FMI a los gobiernos posteriores al de Carazo,  no han hecho sino aumentar la desigualdad social que crece en Costa Rica más rápido que en ningún otro país de América Latina. Ninguna deuda pública puede ser pagada  en ningún país del mundo. Lo ha dicho Christine Lagarde a propósito de Grecia. Todos los países, especialmente los “poderosos”, son deudores insolventes.  Solo Estados Unidos es causante de cerca del 30% del déficit mundial. Por eso a la hora de imponer nuevos impuestos se debe tener en cuenta que la crisis financiera se debe a las movidas especulativas de las bolsas de valores que inciden en el mercado mundial. Si se piensa imponer nuevas cargas tributarias se debe tener en cuenta lo que dice la moral: solo los impuestos directos son éticamente justos. Los impuestos indirectos son intrínsecamente perversos, pues no son sino tributos coloniales o imperiales que los sectores hegemónicos hacen recaer  sobre las espaldas de los pueblos sojuzgados.

 A la hora de pensar en nuevos impuestos se  debe recordar nuestra historia. Para reactivar la economía luego de la breve pero cruenta Guerra Civil de 1948, don Pepe decretó  un impuesto del 10% al capital. Con eso se hizo posible que surgiera una pujante clase media que recibió su formación profesional gracias a la reforma universitaria de Rodrigo Facio. El futuro  de nuestro sistema  democrático depende en mucho de las medidas políticas que hoy se tomen para fortalecer a la clase media, para que el Estado siga jugando un papel protagónico en el desarrollo económico y en el empleo en el país y para hacer respetar el Código de Trabajo. Solo se puede solucionar la crisis fiscal sin poner en riesgo la paz política,  si no se avanza en la superación del déficit social. Y esto no se podrá hacer mientras los sectores medios y populares  no logren una cuota significativa de poder político.


* Filósofo costarricense, ex Ministro de Cultura y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.

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