sábado, 23 de agosto de 2014

Otra derrota del imperio en Cuba

En el libro “Los disidentes”, los autores Rosan Miriam Elizalde y Luis Báez escriben en la primera página la siguiente dedicatoria: “A los héroes anónimos que, dentro y fuera de Cuba, vigilan en la sombra para que no nos falte nunca la luz”. Esta frase resume bien la forma cómo los cubanos han defendido durante más de cincuenta años la soberanía de su país.

Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América

Existen varios libros de historia sobre las agresiones que grupos terroristas de Miami en complicidad con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos han llevado a cabo contra los dirigentes, el pueblo y las instalaciones de Cuba. Washington ha utilizado todo tipo de métodos para destruir la revolución cubana; desde invasiones como la de Bahía de Cochinos en 1961, pasando por la guerra biológica (introducción de virus para arruinar las cosechas, crear la fiebre porcina, la epidemia del dengue, la conjuntivitis hemorrágica, etc.), hasta intentos de magnicidio contra Fidel Castro. El resultado de todos estos actos terroristas ha sido la muerte de 3.478 personas y 2.099 lisiados. Desde 1959 hasta ahora, ninguna de las administraciones estadounidenses cambió su política hacia la isla.

El ascenso a la presidencia en el 2009 de un afroamericano como Barack Obama generó faltas expectativas. Quienes creían que la violencia y prepotencia del imperio solo era monopolio de la gente blanca, comprobaron que el imperio se comporta como tal, independientemente de quien sea el que lo conduzca. Ni siquiera el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Obama sirvió para que éste modificara su política guerrerista. Ninguna de las once administraciones tuvo la voluntad ni el poder -porque sería ir en contra de la naturaleza de un imperio-, para detener las agresiones de los grupos terroristas de Miami, menos todavía para exigirles a los niños buenos de la CIA otro tipo de comportamiento.

Sin reprochar ni abandonar los métodos violentos, el gobierno de los Estado Unidos en los últimos dos lustros, ha sumado otras formas de agresión (golpes “suaves” le llaman eufemísticamente sus simpatizantes), que consiste en infiltrar agentes en la sociedad cubana y fabricar disidentes. Su apuesta ha sido por los sectores jóvenes ligados a la cultura (artistas, escritores, músicos, documentalistas), partiendo del supuesto que son quienes más descontentos están por las dificultades, como consecuencia de las limitaciones creadas por el bloqueo económico, comercial y financiero contra la isla.

La agresión más reciente de este tipo se inició en el 2010 y ha sido The Associated Press o AP (agencia de noticias de los Estados Unido) quien publicó los hechos. Fue la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) quien apoyó un programa en Cuba que consistió en llevar a jóvenes latinoamericanos a la isla para alentar la disidencia política. Para ocultar su directa participación, la USAID contrató a la firma internacional Creative Associates, establecida en Washington, pero que opera en otros países ofreciendo asesoría y asistencia a programas de desarrollo.

La USAID subcontrató los servicios del costarricense Fernando Murillo, jefe de una ONG de “derechos humanos” de Costa Rica, llamada FOGY (Fundación Operación Gaya Internacional), para que encabezara el proyecto. En Cuba Murillo se presentó como líder de una ONG, ocultando el compromiso de la USAID en la organización y financiamiento. Reclutó alrededor de doce jóvenes procedentes de Costa Rica, Perú y Venezuela quienes en la Isla se hicieron pasar por turistas o trabajadores de la salud. Cuando la agencia AP interrogó a algunos de ellos, por las razones de su estadía en Cuba, respondieron que habían viajado para realizar talleres sobre métodos de prevención del VIH.

El destape de AP puso en evidencia las verdaderas razones de la presencia de esos jóvenes en Cuba. Una vez más los Estados Unidos utilizaron un grupo de títeres para preparar líderes que provocaran la subversión en la Isla. La reacción del presidente Obama ha sido por demás cínica, al defender el programa, diciendo que tenía un doble propósito: fortalecer a la “sociedad civil” cubana e informar a los jóvenes sobre el VIH. Es inadmisible que el presidente de un país, dizque, líder en la lucha por la democracia y los derechos humanos, defienda una actividad subversiva. Además su cinismo es colosal, porque hace dos años los Estados Unidos bloqueó transferencias a Cuba del Fondo Mundial de Lucha contra el sida por cuatro millones de dólares, impidiendo adquirir medicamentos y realizar programas de prevención.

¿Qué podían enseñar esos jóvenes “turistas” a los cubanos sobre salud? ¿Acaso no es de conocimiento internacional que el sistema de salud de Cuba mantiene una permanente campaña informativa en la lucha contra el VIH a través de sus medios informativos, así como de instituciones que solamente se dedican a la educación sobre el tema? ¿Existirá en Perú o en Costa Rica ese tipo de sistemas de salud? A mediados de julio de este año Cuba recibió la visita de la directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dra. Margaret Chan y de la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) Dra. Carissa Etienne, quienes reconocieron la calidad del sistema de salud de la Isla y elogiaron sus grandes logros.

No fue el Gobierno cubano quien denunció el plan de los jóvenes turistas, sino la Agencia AP. ¿Sabían de dicho plan las autoridades cubanas? Todo indica que si bien los objetivos de esos “demócratas” eran ambiciosos, el personal con el que contaban para llevarlo a cabo era gente inexperta; se trataba de adversarios de muy baja calaña. ¿La seguridad cubana les soltó cuerda para ver hasta dónde llegaban? No llegaron lejos. Comprobaron que eran muchachos torpes, que no generaban ninguna gran amenaza, excepto contra su seguridad propia. Fueron jóvenes engañados (¡claro, a cambio de dólares!), con escasa información y ajenos a la realidad cubana; completamente ignorantes de los logros de la revolución cubana en salud, educación, seguridad, etc. Eran personas que desconocía lo que es el socialismo.

Parece que Washington ha “avanzado” en sus planes desestabilizadores contra Cuba; ha dejado de utilizar a los mercenarios cubanos (que se llenan los bolsillos de dólares sin ningún resultado) y ha optado por exportar a “agentes de cambio” de otros países. Pero se trata de gente inepta e ignorante (sorprende lo poco o nada que conocen de Cuba), que además de improvisados, subestimaron a la juventud cubana. No tuvieron aceptación y el proyecto fracasó. En Cuba, podrán encontrar entre la juventud insatisfacción -propio de un revolucionario que cada día quiere perfeccionar su proyecto socialista-, pero otra cosa muy distinta es ser opositor al sistema. Los llamados “disidentes” -que tanta publicidad reciben de los grandes medios-, son gente sin liderazgo y sin ninguna base ni incidencia social.

Luego de la revelación de la agencia AP, ahora empiezan a aparecer en los medios de comunicación y blogs cubanos algunos videos y fotos de los involucrados en ese proyecto. Además de Fernando Murillo también participaron el otro costarricense Pablo Acuña y los peruanos Felipe Valencia Dongo y José Gálvez. Pronto sabremos quiénes eran los otros jóvenes.

Solía decir un colega universitario, que cada vez que en América Latina tres personas se ponen de acuerdo para crear una organización de izquierda, uno de ellos es un infiltrado de la CIA (por eso el bebé nace muerto). Pero la CIA no ha aprendido de su propia historia. En Cuba les sucede lo contrario y es cómico: cada vez que tres personas deciden formar un grupo “disidente”, dos de ellos pueden pertenecer a la inteligencia cubana.

Una vez más, otro proyecto subversivo del imperio en Cuba fracasó.

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