sábado, 30 de agosto de 2014

¿Dejó Siria de ser una “amenaza terrorista” mundial?

La construcción de la imagen de Estados malos y Estados buenos, terroristas o sensatos, es una necesidad de la disputa por la hegemonía mundial que se libra en el Medio Oriente, pero no solo ahí.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Para quienes se creyeron el cuento que Siria era una amenaza terrorista mundial, que con sus reservas de armas químicas infectaría al mundo entero, y que los sirios en su totalidad hacían todo lo posible por sacudirse a Bashar al-Assad, deben estar sorprendidos porque la guerra que continúa desarrollándose en ese país haya desaparecido casi totalmente de la “gran” prensa y sus agencias de noticias y, más aún, por el reciente informe que los Estados Unidos de América se apresta a colaborar con el gobierno sirio para tratar de defenestrar a quienes, hasta no hace más de dos meses, catalogaban como “luchadores por la libertad”.

En Siria, sin embargo, sigue desarrollándose una verdadera guerra que ha llevado, incluso, a que vastos territorios del país, colindantes con Irak, se encuentren bajo el dominio de grupos islamistas radicales, el más notorio de los cuales es el autodenominado Estado Islámico (EI), que ha logrado hacerse fuerte y sobresalir en medio del caos que reina entre los distintos grupos opositores a Bashar al-Asad.

El país se encuentra devastado, con su infraestructura urbana seriamente dañada y miles de refugiados en los países vecinos. Eso, sin embargo, le tiene sin cuidado a los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN y de la región, como Israel. Lo que a ellos les interesa es tener a algún títere de sus interese geopolíticos en el poder, pero parece que los “luchadores por la libertad” que escogieron les salieron podridos.

Esta estrategia ya ha sido utilizada antes, pero parece que ahora empiezan a darse cuenta que les ha salido el tiro por la culata. Ahí están los ejemplos escalofriantes de Libia y el mismo Irak, que muestran a las claras que donde la han aplicado solo han sembrado caos y desolación.

En esa estrategia, la “gran” prensa mundial ha sido un peón de primer orden satanizando, mintiendo y tergiversando a diestra y siniestra, o siendo amplificadora de las versiones igualmente mentirosas de los más altos jerarcas de los gobiernos occidentales. Ahora, quedarse en silencio respecto a Siria también es parte de la estrategia y, si las necesidades de los Estados Unidos y sus aliados lo requieren, no vacilarán en alabar al gobierno de al-Assad. Por lo menos, a estas alturas, dejaron de llamar “rebeldes” y “luchadores por la libertad” a quienes se le oponen.

La construcción de la imagen de Estados malos y Estados buenos, terroristas o sensatos, es una necesidad de la disputa por la hegemonía mundial que se libra en el Medio Oriente, pero no solo ahí. En este preciso momento, a quien le toca el turno de ser el malo de la película es a los llamados pro-rusos ucranianos y al presidente ruso Vladimir Putin. En nombre de la legalidad y la racionalidad, le exigen a los ucranianos aceptar un gobierno de extrema derecha surgido después de un golpe de Estado, e inventan día con día invasiones rusas que, a la larga, nunca se pueden comprobar. Los mismos periodistas extranjeros que están en la zona confiesan que no tienen ninguna evidencia de lo que el gobierno ucraniano proclama a los cuatro vientos, intentando propiciar una intervención de la OTAN.

Así que, para quien esté interesado, debemos decirle que en Siria sigue el conflicto que fue inflado, inflamado y mantenido por las potencias occidentales, solo que estas están cambiando de estrategia porque se asustaron con el niño que adoptaron y prohijaron. El conflicto sirio se encuentra en una nueva coyuntura que, probablemente, quitará presión al gobierno de al-Assad quien, ¡oh sorpresa de sorpresas! tal vez termine siendo la ficha menos peligrosa para los intereses norteamericanos en la zona.

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