sábado, 18 de enero de 2014

Guatemala: Pérez Molina, mano dura fallida

He escrito desde el momento en que el general Pérez Molina fue electo, que su gobierno tendría atavismos contrainsurgentes y vocación neoliberal. Las evaluaciones del Programa de Opinión Publica de la Universidad Rafael Landívar coinciden en otros términos con mi caracterización.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

Recuerdo muy bien las acervas críticas que recibieron  Álvaro Colom y su gobierno desde muy pronto y sobre todo a partir de la mitad de su período. Entre ellas estaba el que la esposa del presidente, tenía una presencia hipertrofiada y que la  violencia delincuencial estaba desbocada. Ambos hechos contribuyeron a consolidar la imagen de Colom como la de un hombre blandengue. En el imaginario  de amplios sectores  fue el caldo de cultivo para que el slogan de campaña de Otto Pérez Molina (“mano dura”) finalmente  penetrara en la población. Recuerdo muy bien haber visto en las instalaciones electorales del hotel Tikal Futura, cómo la votación metropolitana para Pérez Molina se disparó hasta en un 70% del total de votos. Y esto resultaba comprensible en una población que estaba desesperada y lo sigue estando ante la imbatible delincuencia, particularmente la común que es la que  la asuela. El gobierno de Colom también fue acusado de corrupción e ineficiencia.

Por ello al leer los balances de dos años del gobierno de Pérez Molina que  han hecho circular el Programa de Opinión Publica de la Universidad Rafael Landívar (“Evaluación del segundo año del gobierno de Otto Pérez Molina) y un comunicado de la Fundación Mirna Mack (“¿Cómo y dónde estamos?”),  no puedo sino pensar en las ironías del la historia.  Una síntesis de estos dos documentos permite concluir lo siguiente: el gobierno de Pérez Molina no ha podido abatir la corrupción pese a las leyes de transparencia; es en la adjudicación de obras públicas soborno mediante donde dicha corrupción aparece de manera clara; la rampantemente creciente corrupción en el Congreso tiene que ver con la omisión gubernamental para combatirla;  la ineficiencia gubernamental se observa en seguridad, justicia, salud y educación. Evidencia de ello es el subejercicio presupuestal: en noviembre de 2013 el presupuesto gubernamental se había ejercido solamente en un 79.1% y el Ministerio de Desarrollo solamente lo había ejecutado en un 52%. El decomiso de droga bajó en relación al gobierno anterior. ¿Y la “mano dura”? Como resultado de medidas implementadas por Colom, hasta el 2012 el número de homicidios tendió a bajar.  Pero esta tendencia se revirtió en el segundo cuatrimestre de ese año y se deterioró aun más en 2013.

Digna de atención resulta la evaluación del desempeño de la vicepresidenta Roxana Baldetti: carece de reflexión política mesurada o es francamente imprudente y la hipertrofia de su poder  lleva a uno de los analistas entrevistados en la evaluación hecha por la Universidad Landívar a la conclusión de que estamos ante un gobierno bicéfalo: muchas de las decisiones tienen que ser consensuadas con la vicepresidenta “con lo cual Pérez pierde liderazgo”.  No cabe duda que si con Colom teníamos una pareja presidencial,  con el de Otto Pérez Molina tenemos otra más. 

He escrito desde el momento en que el general Pérez Molina fue electo, que su gobierno tendría atavismos contrainsurgentes y vocación neoliberal. Las evaluaciones referidas coinciden en otros términos con mi caracterización: este gobierno ha sido un aliado en la imposición de las mineras e hidroeléctricas y en el despojo territorial que ello implica.  Ante el conflicto que este despojo desata, el gobierno ha privilegiado la defensa del orden público en detrimento de los derechos humanos. Y esto hace previsible que la conflictividad social se va a incrementar. En suma, al término de este periodo es previsible que una vez más el partido oficial en turno se encuentre desgastado y que continúe la rutina de la alternancia en el contexto de  la ausencia de un sistema de partidos estable. El partido Patriota empezará a ser historia y se extinguirá.

 Y la estridencia de la “mano dura” será un proyecto fallido más.

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