sábado, 11 de enero de 2014

Centroamérica: El terror y la mentira como armas políticas

“Quien promueve una campaña sucia se sabe sucio y sabe que la suciedad apesta, por eso se esconde debajo de la misma suciedad”, escribió un columnista del diario Tiempo de Honduras, antes de las controversiales elecciones presidenciales del año anterior en ese país. Una verdad irrefutable que, en Centroamérica, vivimos de nuevo en el 2014.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

El miedo: recurso de los poderosos cuando
no pueden triunfar en la batalla de las ideas.
Las actuales campañas electorales en Costa Rica y El Salvador, países que acudirán a las urnas presidenciales el primer domingo de febrero, así como la pasada elección en Honduras, están revelando el verdadero rostro de los grupos dominantes en Centroamérica: antidemocráticos y afectos a la violencia física, institucional y simbólica cada vez que perciben que sus intereses están amenazados, no dudan en recurrir al terror y la mentira como armas políticas para hacer de los principios de la democracia representativa, que dicen defender, una oda proclamada en el vacío.

Uno de los paladínes de esta “cruzada” es Juan José Rendón, oscuro propagandista venezolano, declarado opositor de la Revolución Bolivariana, y quien ha hecho fortuna gracias a la manipulación mediática en España y América Latina. Asesor de Henrique Capriles en la última elección presidencial,  y de Enrique Peña Nieto en México, durante la campaña que lo llevó al poder en 2013, en medio de acusaciones ampliamente documentadas de compra de votos, ahora hace de las suyas en Centroamérica: contratado por el Partido Nacional en Honduras, fue artífice del triunfo de Orlando Hernández sobre Xiomara Castro -en noviembre pasado- en comicios igualmente polémicos; y en El Salvador, actualmente asesora a Norman Quijano, aspirante a la presidencia por el partido ARENA, en su campaña de ataques contra el candidato Salvador Sánchez Cerén, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.

En su momento, Xiomara Castro, la candidata del Partido Libre, denunció la campaña sucia que emprendió en su contra la derecha hondureña, alarmada por el crecimiento de su partido en la intención de voto en las encuestas: “Están saliendo anuncios en televisión donde dicen que nosotros llamamos a la subversión al pueblo, eso no es cierto”, “está saliendo un anuncio de que nuestros hondureños no van a recibir las remesas, yo ya aclaré”;  “hemos visto anuncios utilizando los logos y nombre de Libre, a través de internet están dando información sobre propuestas de Libre que no son ciertas”, fueron algunos de los reclamos y denuncias de la dirigente hondureña.

En El Salvador, el Tribunal Supremo Electoral tuvo que intervenir en la contienda para suspender la campaña sucia de ARENA contra el FMLN, en la que se utilizaban ilegalmente imágenes de Sánchez Cerén y logos de su partido en varios spots televisivos, para inducir al error y a la confusión a los votantes. Más recientemente, en un acto al mejor estilo de Rendón, el candidato del derechista ARENA utilizó fotografías de Sánchez Cerén y su participación como testigo de los diálogos de paz entre las FARC y el gobierno del expresidente Andrés Pastrana, en la zona del Caguán, para sugerir un vínculo entre el candidato del FMLN y la guerrilla colombiana.

Este mismo guión se repite ahora en Costa Rica, y aunque aquí todavía no existen evidencias concretas de la participación de Rendón en la campaña, lo cierto es el que modus operandi es el mismo. Tanto el oficialista Partido Liberación Nacional (centro-derecha), como  el Movimiento Libertario (extrema derecha), se han lanzado a dentelladas contra el Frente Amplio (izquierda) y su candidato José María Villalta: agitando fantasma del comunismo (ahora, renombrado como “chavismo” y “orteguismo”, en alusión al presidente de Nicaragua), presagiando apocalipsis por la supuesta fuga de empresas transnacionales, y en general, inyectando miedo y zozobra a través de agresivas campañas propagandísticas –que cuentan con el generoso auspicio de los grandes grupos de comunicación y otros sectores empresariales- que menosprecian la inteligencia de los electores, tergirversan hechos y dichos, y apelan al vergonzoso recurso de enlodar los procesos políticos de otros países latinoamericanos, como Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador o Argentina, cuando ya no quedan argumentos para defender el fracaso del neoliberalismo y su modelo de desarrollo en Costa Rica (la maquila de servicios, la economía agroexportadora de postres y las zonas francas entregadas al capital extranjero, pero desconectadas del resto de los sectores productivos nacionales), que nos ha sumido en una peligrosa situación de desigualdad, pobreza y deterioro de la calidad de vida de amplios sectores de la población.

Expuestos sistemáticamente a una campaña de difamación y mentiras sin contrapesos, sin regulación del Tribunal Supremo de Elecciones, que se desentiende de estos ataques, y por supuesto, sin reparos éticos de los dueños de los medios de comunicación –prensa, televisión, radio e internet-, grandes ganadores del proceso, toda vez que se apropian de los millonarios fondos de la contribución estatal y privada al financiamiento de los partidos políticos, es difícil prever cómo se comportarán los electores en las semanas que restan hasta el día de las elecciones. Asimismo, es incierto el impacto que podría tener esta guerra mediática sobre las percepciones y el apoyo al Frente Amplio que, hasta el mes de diciembre, disputaba codo a codo el primer lugar en las encuestas.


“Quien promueve una campaña sucia se sabe sucio y sabe que la suciedad apesta, por eso se esconde debajo de la misma suciedad”, escribió Joaquín Baldemar, columnista del diario  Tiempo de Honduras, antes de las controversiales elecciones presidenciales del año anterior en ese país. Una verdad irrefutable que, en Centroamérica, presenciamos cada vez que las oligarquías de viejo y nuevo cuño ponen en escena los rituales electorales en unas democracias que creen cada vez menos en sus propios principios.

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