sábado, 21 de septiembre de 2013

Las desigualdades, el tema clave del nuevo ciclo político chileno

Las desigualdades y las formas de enfrentarlas es el núcleo decisivo de este nuevo ciclo. Sin embargo,  hasta la fecha, los sectores políticos de derecha e izquierda no han definido qué entienden por una política contra las desigualdades.

Manuel Barrera Romero / Especial para Con Nuestra América
Desde Santiago de Chile

Chile: las desigualdades en el centro del debate político 
Habiendo alcanzado Chile niveles de desarrollo económico y social que le han permitido dejar atrás numerosos rasgos de país subdesarrollado ha iniciado el siglo XXI con la aspiración de alcanzar niveles superiores de desarrollo. Los temas acuciantes de la miseria, el analfabetismo, el hambre, la mortalidad infantil, la inflación galopante, el alto desempleo han sido, en gran parte, superados.

El modelo económico y político de estos últimos cuarenta años ha cumplido lo suyo. Los problemas a los que nos enfrentamos los chilenos en la segunda década del nuevo siglo son otros. Por ello es cada vez más claro que para enfrentarlos el país requiere de nuevas herramientas políticas y nuevas estrategias de desarrollo.

Las desigualdades y las formas de enfrentarlas es el núcleo decisivo de este nuevo ciclo. Los actores políticos hasta la fecha han puesto el foco en la educación como herramienta clave.  Apuestan a una educación de calidad como el mecanismo fundamental (la mayor de las veces, único) para construir un país más igualitario. Junto a esta última expresión el liderazgo político suele usar el término de “un país más inclusivo”. Inclusivo significaría una mayor incorporación al mercado de bienes y servicios, a las decisiones políticas, al empleo de calidad. Ello, lógicamente, haría de Chile un país con menores desigualdades. Más igualitario y más inclusivo, dos conceptos complementarios para reseñar la meta futura. 

El índice que se utiliza para medir la desigualdad es el coeficiente de Gini que, habitualmente, mide sólo las diferencias de ingreso en la población.

Como siempre que para problemas complejos se enuncian soluciones unilaterales surge la pregunta de si es suficiente la receta prescripta para eliminar el mal diagnosticado. ¿Podrá una reforma educacional exitosa que provea una educación de calidad para todos eliminar las desigualdades?

Algunos (hoy por hoy, aparentemente casi todos) aparecen creyendo que sí. Se desprende lo anterior de la ausencia de otras  propuestas para transformar la sociedad desde una profundamente desigual en otra más igualitaria.

Dada las numerosas y la muy variadas realidades en que las desigualdades social/económicas se expresan es conveniente indicar de partida que el ideal de la igualdad es uno muy difícil de alcanzar. Especialmente en una sociedad como la nuestra que está organizada de un modo marcadamente estratificado, donde el lugar de residencia, la educación, el acceso a la salud, el empleo, el ocio, el prestigio social están correlacionados con la clase social de pertenencia. Todas las variedades de commercium, comensalidad y connubium se realizan al interior del estrato social de pertenencia, como en las sociedades de castas. Apostar a que con la educación se logra esta meta es sobrevalorar el peso de la educación en el conjunto de realidades sociales. Sin duda que con una educación de calidad para todos se haría un gran avance…en varias generaciones más. La educación rinde frutos en el largo plazo. Es por ello que los sectores conservadores la han considerado desde siempre como el instrumento idóneo (único)  para el cambio y el progreso sociales. Por el  momento el statu quo queda intacto.

Hasta la fecha, los sectores políticos de derecha e izquierda no han definido qué entienden por una política contra las desigualdades. Se han usado algunas metáforas como “emparejar la cancha”. También se ha aludido a la igualdad como “la igualdad de oportunidades”. Ambas expresiones dan la impresión que se está pensando, como resultado final, en el individuo que se enfrenta a las contingencias de la vida y que puede hacerlo en las mismas condiciones que los otros individuos. Casi en el vacío social. No se han enunciado las políticas que lograrán ese resultado.

Tendremos que esperar a que las diferentes orientaciones políticas y los intelectuales involucrados avancen a una definición más precisa acerca de una política que tienda a combatir las desigualdades. En cuanto a los hechos reales se ha avanzado en un aspecto importante aunque limitado que consiste en combatir los abusos de las grandes empresas en contra de los consumidores, los que ostentan hoy más que ayer cierta mayor capacidad para defenderse de esos abusos. No obstante, los mecanismos y su eficiencia no está plenamente asegurados.

En cuanto a la desigualdad de ingresos  hay que decir que ella es una característica del vigente capitalismo transnacional y globalizado, la que está lejos de disminuir en los últimos años. En los Estados Unidos, por ejemplo, ella aumentó con la actual crisis. En efecto, según el Servicio de Impuestos Internos norteamericano el 1% más rico se quedó con el 19,3% del total de los ingresos en 2012, su porcentaje más alto en ocho décadas. En cuanto al 10% más rico llegó al porcentaje récord (48,2%) de los ingresos totales ese año. (Paul Wiseman; El Mercurio; 13 septiembre 2013; p. A 8.)

El fenómeno del aumento de las desigualdades en los ingresos es universal. Ello concita la atención en numerosos países que tienen diferentes sistemas políticos: en China, Europa, USA, América Latina. Sería absurdo proponer en todos ellos un cambio educacional para enfrentarlo. Un iniciativa de gran interés  ha surgido en Suiza: propone que al interior de una empresa u organización ningún ejecutivo pueda ganar más de doce veces lo que gane el empleado que menos gane en esa organización. Es la propuesta 1:12 de David Roth, un joven activista del movimiento contra las diferencias salariales. Hoy en Suiza la desigualdad salarial supera con holgura el 100 a 1. Esta propuesta, que ya ha sido aprobada en varios cantones, será puesta en votación de los ciudadanos en el referéndum ha realizarse el 22 de noviembre del presente año. (Véase El Mercurio; 1 septiembre 2013; p. B 2). Es la modalidad que existe en la democracia suiza para aprobar las principales leyes del país.

La iniciativa de David Roth tiene como marco a las organizaciones de trabajo. Naturalmente que en países en que existe una gran heterogeneidad estructural en la economía las diferencias entre empresas pueden ser grandes. De modo que un arreglo al interior de ellas deja subsistentes grandes desigualdades en el marco del conjunto de la economía. ¿Pero podría operarse de otro modo? ¿Cuál, cuáles otras posibilidades de acción?

En el momento actual conviene informarse y estudiar las diversas medidas que en diferentes países se están proponiendo o están ya en práctica a fin de disminuir esta tendencia natural del mercado, que acentúa las desigualdades. El mercado por sí  mismo sólo la exagera, no la corrige. Mientras tanto quedamos a la espera de propuestas de los candidatos a la Presidencia y al Parlamento, y de sus equipos, que se ajusten a la realidad nacional, viables e idóneas para reducir en los diversos ámbitos de la vida social y económica las desigualdades que han acompañado desde siempre a la sociedad chilena.     

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