sábado, 17 de agosto de 2013

Panamá: Fracturas políticas

La historia nacional de 1968 a 1989, al igual que muchas otras, está preñada de sobresaltos y particularidades propias de su contexto, y donde las contradicciones se tensaron al punto de no encontrar solución por sí mismas.

Abdiel Rodríguez Reyes* / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Invasión de EE.UU a Panamá en 1989: el final de
un período histórico y el comienzo de uno nuevo.
En abril de este año publique un artículo en La Prensa titulado: La fractura en nuestra democracia. Ahí pretendía explicar la fractura (entiéndase como cambio de rumbo –culminación de una forma de gobernar– culminación de unidad histórica) social que  empezó con el golpe militar del 11 de octubre de 1968 y culminó con la nefasta invasión norteamericana a Panamá el 20 de diciembre de 1989.

Las fracturas políticas no son evidentes, se mueven debajo del telón, se dan en periodos históricos donde hay denominadores comunes, se materializan por aquel que mejor represente los intereses de la clase dominante y, colapsan por contradicciones antagónicas.

En octubre de 1968 cuando se da el golpe de estado a Arnulfo Arias, por parte de Boris Martínez y Omar Torrijos como cabezas visibles, queda evidenciado que se entra en un periodo donde no solo se da una fractura social - política, sino un cambio ideológico de onda significación, que en una marco global, como se experimentó en otras latitudes, tal es el caso de Francia (el mayo francés) y China (la revolución cultural) complementan el complejo mundo de hoy.  A partir de estos procesos que por su naturaleza tienen una trascendencia para la historiografía contemporánea, no se puede comprender los que siguen, sino es a la luz de estos.

Por contraste, en Panamá se retrocedió y algunos procesos políticos jamás alcanzaron su mayoría de edad. Inmediatamente después del golpe, se instituye lo que los militares llaman “la restauración de la republica” que ha rasgos muy generales es una visión donde la política y el poder se conjugan.

Al periodo posterior de 1968, el filósofo Ricaurte Soler en su texto Panamá Nación y Oligarquía lo ha llamado Bonapartismo: “Entendamos bonapartismo el poder estatal relativamente autónomo frente a las clases y sus luchas, que en determinadas coyunturas históricas orienta el proceso económico arbitrando los cambios sociales”.

Más adelante en la misma obra señala: “Por lo que ha Panamá respecta un régimen bonapartista, el primero de nuestra historia, es exactamente el que surgió en octubre de 1968 cuando la Guardia Nacional, único instituto armado del país, asumió las responsabilidades del poder público. Las causas más inmediatas del suceso las encontramos en las multitudinarias manifestaciones antiimperialistas de enero de 1964”.

Sobre este periodo, los historiadores Celestino Arauz y Patricia Pizzurno lo han caracterizado como de “un carácter populista y personalista bajo el signo de la improvisación” más adelante añaden que es una especie de “populismo paternalista”.  También señalan que “gracias a la danza de los millones que los organismos internacionales ingresaron al país, por el establecimiento del centro financiero internacional, Torrijos logró consolidar la dictadura militar, al tiempo que convirtió al Estado Panameño en inversionista y empresario”. Estas notas características de la época aclaran en gran medida el camino trazado que, a primera vista, resulta contradictorio, teniendo en cuenta que por un lado Omar Torrijos bajo la egida progresista, populista y bonachón con el pueblo exalta la nacionalización de algunos rubros.  Y por otro lado, se dan los movimientos telúricos donde se fortalece la lógica del sistema mundial capitalista y, quedan los intereses del pueblo al servicio del fundamentalismo del libre mercado y las políticas del neoliberalismo.

Consolidado este proceso que culminó con la nefasta invasión norteamericana, se pasó a lo que denominamos la democracia representativa, que va desde el gobierno de Guillermo Endara hasta el hoy presidente Ricardo Martinelli.

La historia nacional de 1968 a 1989, al igual que muchas otras, está preñada de sobresaltos y particularidades propias de su contexto, y donde las contradicciones se tensaron al punto de no encontrar solución por sí mismas. Como resultado se necesitaron cambios que de hecho se dieron a lo interno de los procesos políticos, sociales, económicos y culturales que demostraron el desgaste de esa forma de gobernar, es decir la culminación de esa unidad histórica y el comienzo de otra.

*Profesor de Filosofía 

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