sábado, 20 de octubre de 2012

Obama, Romney y el lugar de los Estados Unidos en el mundo

Las diferencias entre los dos candidatos se refieren a los medios, no a los fines de la política exterior.


Luis Fernando Ayerbe* /  Especial para Con Nuestra América
Desde Sao Paulo, Brasil

Romney y Obama: diferencias en los métodos,
pero no en los objetivos de política exterior.
En la política exterior, las diferencias entre Barack Obama y Mitt Romney se refieren a los medios, no a los fines, sintetizados en el repetido eslogan de “promover el imprescindible y necesario liderazgo de los Estados Unidos”. Para los críticos de la postura internacional del país, aunque ambos sean parte del núcleo del establishment, Obama es un blanco móvil, más difícil de encuadrar y acertar; Romney, en cambio, es un blanco fijo, como Bush, adversario ideal.

En la actual contienda electoral, siguiendo la línea adoptada desde 2009, los republicanos acusan a Barack Obama de promover, por opción o inepcia, la pérdida de la supremacía conquistada por los Estados Unidos después de la victoria de la Guerra Fría.

Las acciones iniciales de Obama dirigidas a revertir el aislamiento promovido por su antecesor, asumiendo reiterados pedidos de disculpas por comportamientos arrogantes del pasado con el mundo musulmán (entrevista a la red Al Arabiya, 27/01/2009), con los aliados europeos (discurso en Francia, 03/04/2009) y latinoamericanos (Cumbre de Trinidad y Tobago en 17/04/2009), hasta la dificultad para encuadrar a Irán en su política de contención nuclear o la reciente vulnerabilidad demostrada en la protección de la representación diplomática en Libia, son presentadas como señales de debilidad y humillación, frente a las cuales el triunfo de Mitt Romney representaría el retorno de la postura ofensiva, activista y altiva que consideran característica de la trayectoria anterior.

En la dirección opuesta, Barack Obama sitúa su política exterior como parte de una “Nueva Era de Compromiso”, dirigida a establecer convergencias entre aliados y adversarios en torno de los intereses nacionales estadounidenses. En un discurso en el Council on Foreign Relations en julio de 2009, la Secretaria de Estado Hillary Clinton dejó claro que “el tema no es si nuestro país puede o debe liderar, sino cómo liderará en el siglo 21”, ya que si bien “ninguna nación puede enfrentar sola los desafíos del mundo... ningún desafío puede ser enfrentado sin los Estados Unidos”.

En la presentación de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2010, Obama colocó la recuperación de la economía como parte de la renovación del liderazgo justificando la necesidad inevitable de compartir responsabilidades con aliados: “Los encargos de un siglo joven no pueden caer apenas sobre los hombros americanos, en verdad, a nuestros adversarios les gustaría ver el agotamiento de la fuerza de América por la sobreextensión de nuestro poder”.

Como parte de esa concepción, la Orientación de la Estrategia de Defensa presentada por el Pentágono en enero de 2012 hace mención al aprendizaje de las guerras en Afganistán e Irak, estableciendo que “las fuerzas de los EE.UU. dejarán de ser dimensionadas para conducir operaciones de estabilidad prolongada en larga escala”; y además, destaca las actividades de inteligencia, vigilancia y combate conducidas a través de las Fuerzas Especiales y vehículos aéreos no tripulados (Drones), cuyo volumen de operaciones en los primeros tres años de Obama fue cinco veces mayor que en los dos mandatos sumados de Bush.

El uso más focalizado de la fuerza expresa una concepción basada en el dimensionamiento de las amenazas a combatir, en momentos en que, a diferencia de la Guerra Fría, el país no enfrenta disputas sistémicas con enemigos existenciales del orden internacional.

La eliminación de Bin Laden es presentada como el logro más visible. ¿Por qué entonces colocar en duda, como los republicanos, la dedicación del presidente a la defensa de la seguridad nacional? El artículo de Jo Becker y Scott Shane en The New York Times del 29/05/2012,Secret ‘Kill List’ Proves a Test of Obama’s Principles and Will”, expone detalles menos visibles de la participación del primer mandatario en las acciones militares envolviendo Fuerzas Especiales y Drones: Obama se ha colocado al frente de un proceso secreto de nominaciones para designar terroristas para matar o capturar, en que la parte de captura se ha convertido, en gran medida, en teórica.” Curiosamente, este tema no fue hasta ahora abordado en los debates electorales, como si fuera algo inherente a las prerrogativas del ejercicio del poder de un presidente estadounidense, y su repercusión es casi nula en las agendas de derechos humanos de las Organizaciones Multilaterales. Nada mal para un Premio Nobel de la Paz.

Desde la perspectiva del establishment que apuesta a la reelección de Obama, el retorno del activismo propuesto por Romney, lejos de revertir el proceso de erosión de la supremacía del país, sería el propio combustible de su aceleración, combinando el desgaste económico en tiempos de ajuste y ascenso de nuevas potencias, con la acentuada pérdida de legitimidad del discurso de liderazgo.

De hecho, como afirmamos al inicio, las diferencias entre los dos candidatos se refieren a los medios, no a los fines de la política exterior. No obstante, desde una perspectiva estratégica que visualice más allá del corto plazo, el realismo de Obama traduce en términos más claros la adecuación entre objetivos y recursos nacionales disponibles. En este caso, querer no es poder.

* El autor es profesor de Historia y Relaciones Internacionales de la Universidade Estadual Paulista (UNESP), Brasil. 

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