sábado, 12 de marzo de 2011

Libia: con amigos así, ¿quién necesita enemigos?

Gadafi no solamente inició el proceso de reformas neoliberales sino que, además, se transformó en eficaz guardafronteras que supo cerrar el paso a quienes querían ingresar a la ciudad de la abundancia europea desde África. Miles de migrantes fueron detenidos de forma violenta, y cientos de ellos murieron, antes que llegaran a las costas de Italia, Francia o España.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

En relación con los Estados Unidos, todos saben que no tiene amigos sino solamente intereses. La misma norma le están aplicando a Libia los europeos que hasta hace unos días lo trataban como amigo dilecto. Invitado a Italia el año pasado, Gadafi fue objeto de atenciones y halagos, eventos especiales como aquel al que solo fueron invitadas mujeres a las que el dirigente libio les habló de las bondades del Libro Verde. En Francia, Sarkozy le recibió de beso en la mejilla y sonrientes posaron para la prensa en las gradas del Eliseo.

Gadafi había salido del ostracismo al que lo habían sometido durante años acusado de terrorista. El punto de inflexión lo marcó la liberación de uno de los acusados del atentado de Lockerbie, en el que fue volado en pleno vuelo un avión de Pan Am sobre el Reino Unido. ¿Cuál fue la causa de que, de pronto, Occidente cambiara su postura hacia el otrora denostado dirigente y se iniciara esa luna de miel que lo llevó a las principales capitales del viejo mundo? ¿Hizo, acaso, Gadafi, algún adendum al Libro Verde en el que hacía mea culpa en relación con posturas o hechos censurados?

Nada de eso. Gadafi siguió siendo el excéntrico dirigente que recibía a sus visitantes extranjeros en una carpa en medio del desierto pero, sin que el Libro Verde sufriera la más mínima variación y siguiera apostando por una tercera vía de desarrollo entre socialismo y capitalismo, realizó una serie de transformaciones de su política interna que dejó muy satisfechas a las grandes potencias europeas y a sus transnacionales.

En efecto, desde hace aproximadamente 7 años, Libia inició una serie de “reformas modernizadoras” que permitieron la desnacionalización de su principal recurso natural, el petróleo, que pasó a ser explotado por grandes firmas europeas. Hoy, aproximadamente el 30% de la explotación del oro negro que exporta Libia sale por esa vía. De ahí que de pronto Gadafi pasara a formar parte de los amigos dilectos de Europa.

Gadafi no solamente inició el proceso de reformas neoliberales sino que, además, se transformó en eficaz guardafronteras que supo cerrar el paso a quienes querían ingresar a la ciudad de la abundancia europea desde África. Miles de migrantes fueron detenidos de forma violenta, y cientos de ellos murieron, antes que llegaran a las costas de Italia, Francia o España.

Y por si fuera poco, el líder libio alejó el espectro de un régimen musulmán fundamentalista que habría sido un quebradero de cabeza en el mar Mediterráneo.

Pero ahora que su poder es cuestionado internamente después de un quiebre de la alianza gobernante, los amigos ponen pies en polvorosa y se olvidan de las sonrisas y los abrazos. Vacilan, sin embargo, en lanzarse a la aventura bélica y sacar de una vez por todas del poder al contradictorio personaje. Lo hacen solamente por razones eminentemente pragmáticas: los que ahora quieren voltear a Gadafi no ofrecen seguridades suficientes de la continuidad de esas políticas que les venían favoreciendo. Temen, también, una radicalización de los movimientos civiles de los distintos países árabes en ebullición que, como en el caso egipcio, hasta ahora se han comportado “civilizadamente” y no han saltado la valla que los llevé a cambios verdaderamente profundos.

Los Estados Unidos, cuyas transnacionales no habían participado de la misma forma que las europeas en la repartición del botín de los recursos naturales libios, ven los acontecimientos desde una distancia prudencial, y dejan que sean los Sarkozys y los Berlusconis los que se ensucien las manos en el fangal norafricano.

Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?

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