sábado, 21 de agosto de 2010

El modelo neoliberal de educación superior: la educación privada

La controversia hoy pasa también por reconocer que dejar a la educación a merced de las fuerzas del mercado implica desconocer que ésta es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este debate se centra, de igual modo, en aceptar la importancia que la educación tiene y debe tener para el desarrollo de las sociedades.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
El padre propulsor de las reformas neoliberales en el Chile de Pinochet, que luego se convirtieron en el modelo a seguir en toda América Latina; el “papá” de los Chicago Boys, Milton Friedman, dijo: “Es bastante deseable que todos los jóvenes, independientemente de la riqueza, de la religión o del color, o, también, del nivel social de sus propias familias, tengan la oportunidad de recibir tanta instrucción cuanto puedan asimilar, siempre que estén dispuestos a pagar por ella, sea en el presente, sea a costa de rendimientos superiores que percibirán en el futuro, gracias a la instrucción recibida”.
El modelo neoliberal de educación, que la entiende como un servicio que puede ofrecerse en un mercado en el que compiten distintos oferentes, promueve el surgimiento explosivo de universidades privadas. Estas tienen una oferta de servicios académicos en donde se vislumbran “nichos de mercado” determinados, es decir, en donde se tiene certeza que contarán con una gran demanda. "Macdonalización de la enseñanza" han dado en llamar algunos este lento pero inexorable proceso de integración de la enseñanza superior al mundo del mercado[1]. Y justamente este paralelismo que parece ser meridianamente claro y "correcto" a la hora de graficar un proceso de cambio que implica, además de globalización, un fuerte desarrollo tecnológico que permite la diseminación del conocimiento, suscita fuertes controversias.
A propósito de esta comparación, el Director General Adjunto de Educación de la UNESCO, John Daniel, señala tres puntos que pueden ayudarnos a reflexionar sobre la evolución que vive hoy la educación: en primer lugar, según él, a pesar de su ubicuidad, lo que esta cadena gastronómica brinda es una proporción mínima de lo que la gente consume; en segundo lugar, vende porque a la gente le gusta la comida que sirve; y por último, la clave de su éxito está en que ofrece un menú limitado de platillos disponibles en locales idénticos y con el mismo sabor y calidad en todas partes del mundo.
Más allá de ello, el eje de la controversia educacional radica en si esta evolución -o comercialización de la educación- es positiva o no para la enseñanza y para la sociedad.
Lo que si está fuera de debate, es que la educación se está transformando en un commodity. No en vano la educación superior ha pasado a ser objeto de estudio de la firma Merrill Lynch, especializada en inversiones bancarias. Tampoco es casual que las dos principales firmas dedicadas a comercializar la educación superior en Estados Unidos (Apollo y Sylvan Learning) coticen hoy en Wall Street y que el Acuerdo General de Servicios Comerciales (GATS) haya incluido a la educación en una lista de servicios a ser privatizados. Y por ahí parecen pasar hoy las claves del problema. Si la educación es redituable -que lo es- ¿quiénes determinarán los contenidos de los "Menús Combos" de estos "McDonalds de la pizarra"? O bien, siguiendo el razonamiento de John Daniel en cuanto a que la oferta de estos Fast Foods representa una mínima proporción de la comida que la gente consume, no es despreciable el hecho de que cada vez es también menos... “la gente que los puede consumir”. ¿Es realmente cierto que lo que ofrecen es lo que gusta al “consumidor”?, o bien es lo que sirve al mercado.
Por un lado se argumenta que la masificación de la educación superior beneficia a los estudiantes potenciales ya que se reducen los costos de producción y por ende se pone el "producto" al alcance de mayor número de personas. Así, las ventajas parecen pasar exclusivamente por una mayor diseminación del conocimiento. Un conocimiento que en apariencia está cada vez más cerca de los “ciudadanos comunes” a través de las nuevas tecnologías o mediante la apertura de los mercados a proveedores extranjeros de educación, que apuntan en particular a los países menos desarrollados, que buscan suplir de esa forma sus carencias.
Por otro, la incontrastable realidad parece mostrar día a día cómo el mercado estandariza el menú y los combos se preparan pensando en los comensales de los países desarrollados, para quienes los ingredientes educativos -las asignaturas- deben satisfacer el sabor de la ecuación costo-beneficio, en desmedro de las materias más “insulsas” -o menos rentables- como las ciencias humanas. No sólo se limita el espectro de asignaturas ofrecidas; se lo restringe al modelo occidental hegemónico. Ni hablar del costo que implicará el acceso a estos menús educativos, ya que la comercialización de la educación superior supone la privatización de la oferta educativa. Una oferta que cada vez más gente mirará desde fuera, por la imposibilidad de acceder económicamente a la misma, agudizando así la desigualdad social.
Finalmente, la controversia hoy pasa también por reconocer que dejar a la educación a merced de las fuerzas del mercado implica desconocer que ésta es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este debate se centra, de igual modo, en aceptar la importancia que la educación tiene y debe tener para el desarrollo de las sociedades. En este entendido, y a juzgar por lo que se comienza a ver, esta Macdonalización parece suponer que la investigación está motivada no por lo que conviene al bien común sino por lo que las grandes empresas consideran lucrativo.
En este marco, la universidad privada se constituye en uno de los motores que profundizan la segmentación, la fragmentación y las desigualdades sociales: podrán estudiar en ellas quienes tengan los recursos para costear una carrera. Para ello, se establecen sistemas de financiamiento que endeudan a los estudiantes y sus familias, los cuales deben rembolsar préstamos (a veces cuantiosos y a largo plazo) una vez que obtengan un título y se incorporen al mercado laboral.
NOTAS
[1] . Véase: Patricia Gascón Muro y José Luis Cepeda Dovala. “De la mercantilización a la transnacionalización de la educación superior”; en revista Reencuentro, Nº 40; Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco; México DF.; 2004.

2 comentarios:

Francisco dijo...

tantas metaforas con la comida me confundieron. No entendí tu punto.
Yo voy a una Universidad Privada y me parece bien que exista.

Anónimo dijo...

Estoy a favor de las Universidades Publicas, ya que en ellas se denota el esfuerzo de cada uno y la enseñanza a superarse dia a dia. en las privadas te dan apuntes minimos, muchisimas facilidades que cuando te recibis, en el mundo real no las encontras, literalmente "se paga" el titulo, porque los esfuerzos son minimos, todo es negocio, porque las cuotas se incrementan cada vez que se esta mas proximo a finalizar la carrera? porque se paga para poder rendir una materia?, la enseñanza es pagar por todo lo que deseamos? que haya dinero de por medio en derechos universales?