sábado, 25 de febrero de 2017

Ecuador y la guerra mediática

Hoy en Ecuador, como en varios otros países de nuestra América, el delirio antidemocrático prepara  con la guerra mediática el terreno para sus próximas aventuras golpistas.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Las elecciones en Ecuador según Guillermo Lasso,  la derecha y los medios hegemónicos.
“Nos mean y los diarios dicen llueve”: esta frase recuperada de un grafiti anónimo, y que Eduardo Galeano popularizó en sus escritos y conferencias, es quizás la que mejor expresa el rol que vienen desempeñando los medios de comunicación hegemónicos en América Latina. Devenidos en poder fáctico con enorme influencia en la esfera de lo público, y sustituyendo a los partidos políticos en nuestras desgastadas y deslegitimadas democracias representativas, los grupos mediáticos que se ufanan de ser paladines de la libertad de expresión y la libertad de prensa socavan con sus acciones esos principios y derechos que dicen defender, infligiendo profundas heridas al sistema democrático del que –también- se autoproclaman gendarmes.

Ecuador, con su actual proceso electoral, es el nuevo campo de batalla de una guerra mediática que se viene librando desde hace más de 15 años. Con asombrosa coordinación y con afinidades editoriales que escapan al reino de la casualidad, agencias de noticias, diarios, canales de televisión, radioemisoras y sitios web de estos conglomerados mediáticos latinoamericanos y europeos, desplegaron un estrategia de tergiversación –cuando no de cuasi invisibilización- del triunfo electoral del candidato de Alianza País, Lenin Moreno, con una diferencia de 11 puntos porcentuales (más de un millón cien mil votos) sobre el banquero Guillermo Lasso.

CNN en Español, por ejemplo, cuya intencionalidad editorial y animadversión hacia el presidente Rafael Correa son más que conocidas, echó mano de Carlos Alberto Montaner, el agente de la CIA disfrazado de opinólogo, para pronosticar, sin más sustento que sus artes de adivinación, la derrota de Moreno en segunda ronda y el derrumbe de la Revolución Ciudadana. Y la estrategia fue más lejos todavía: entre la noche del domingo 19 y el lunes 20 de febrero, ante la posibilidad de una victoria de Moreno en primera ronda, que reclamaba cautela a la espera del recuento definitivo de los votos y prudencia en el manejo de la información, los grupos mediáticos hicieron eco de los rumores de fraude que propaló la derecha ecuatoriana y enturbiaron la que, a todas luces, fue una jornada democrática ejemplar en la historia reciente del país suramericano. De inmediato, la partidocracia ecuatoriana se lanzó al asedio del Consejo Nacional Electoral y sus principales figuras –Jaime Nebot, Abdalá Bucaram y el propio Lasso-, responsables de la profunda crisis social, económica y política en la que estuvo sumido Ecuador hasta antes de la llegada de Correa a la presidencia, convocaron a sus militantes para realizar marchas en distintas ciudades para defender la democracia que, aseguran, el oficialismo pretende conculcar. Una ironía macabra, que se hará cada vez grotesca conforme se acerquen los nuevos comicios previstos para el 2 de abril y arrecie la campaña sucia contra Moreno.

Como hemos venido sosteniendo, en el análisis de los procesos políticos de la región y en el esfuerzo de comprender la naturaleza y tendencias de muchos de los conflictos y disputas -culturales e ideológicas- que se desarrollan en este siglo en América Latina, no podemos perder de vista esta dimensión de la lucha política que se expresa como guerra mediática o terrorismo mediático. Oligarquías decimonónicas, racistas y excluyentes; banqueros, financistas, cámaras patronales y empresas transnacionales que aguardan la oportunidad de dar el zarpazo a los recursos naturales y bienes públicos de la región; y junto a ellos, una infaltable constelación de figuras de eso que Atilio Borón llama la intelectualidad bienpensante, se acuerpan tras los grandes medios de comunicación y sus modernos sistemas tecnológicos de difusión electrónica, televisiva, radial e impresa, para impedir cualquier cambio que amenace el orden impuesto por el neoliberalismo.

En su libro La internacional del terror mediático (Punto de Encuentro, 2015), el periodista uruguayo Aram Aharonian explica que estas maniobras son características de la llamada guerra de cuarta generación (4GW), organizadas “a partir de la colonización mental para dominar una sociedad”, con soldados que “ya no son expertos militares, sino expertos comunicacionales en insurgencia y contrainsurgencia, que sustituyen las operaciones militares por las operaciones psicológicas”, y donde las balas ceden su lugar a las consignas mediáticas bombardeadas durante las 24 horas del día por un ejército encubierto.

Ese es el gran escenario de conflicto de la época: el campo de batalla de las ideas y la verdad contra la manipulación y la mentira. Porque hoy en Ecuador, como en varios otros países de nuestra América, el delirio antidemocrático prepara  con la guerra mediática el terreno para sus próximas aventuras golpistas.

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