sábado, 1 de noviembre de 2014

Cuba: la razón moral contra la decadencia imperial

Robustecida por el apoyo prácticamente universal a la causa del fin del bloqueo, Cuba ha triunfado nuevamente en la arena diplomática y en la batalla de ideas a favor de la justicia y en contra de la barbarie imperialista.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica


Por vigésimo tercer año consecutivo, la abrumadora mayoría de las naciones del mundo, representadas en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), votaron a favor de la resolución que condena el “embargo económico y comercial” –eufemismo diplomático que evita el concepto real de bloqueo- impuesto arbitrariamente por Estados Unidos a Cuba en 1960, y que se extiende ya por más de medio siglo sin que su final pueda distinguirse claramente en el horizonte político.

Si hasta el fin de la Guerra Fría las élites gobernantes en los Estados Unidos, azuzadas por el poderoso lobby del llamado “exilio cubano” en Miami, habían encontrado eco y sumisión en numerosos gobiernos alrededor del mundo para prolongar esta absurda e inhumana medida de presión, lo cierto es que desde 1992 el apoyo de la comunidad internacional  a Washington se ha vuelto exiguo, y más bien se ha revertido en su contra, al punto de que en la votación del pasado 28 de octubre 188 países apoyaron la resolución contra el bloqueo, en tanto que los Estados solo consiguió el apoyo de Israel, cuyas élites también practican el bloqueo y el genocidio contra el pueblo palestino como políticas de Estado.

Así, mientras el imperio norteamericano, sordo a los argumentos de la razón e incapaz de comprender la magnitud de su fracaso, se solaza en su propia decadencia, se extiende el clamor por el fin de la agresión a Cuba, por el respeto al libre ejercicio de la autodeterminación del pueblo cubano, y por el inicio de un proceso real –y no de retórica vacía- que pueda desembocar en la normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

El bloqueo es una política imperial genocida, y sobre esto, desde el punto de vista político y legal, no caben discusiones. Desde un inicio, fue concebido específicamente para provocar “el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno” de Cuba, como consta en documentos oficiales del Departamento de Estado de los Estados Unidos (por ejemplo, el Memorando Mallory, de 1960), cuyos impactos negativos han sido bien cuantificados, aunque quizás nunca puedan ser bien dimensiones en términos de las posibilidades que truncó en el desarrollo del modelo socialista impulsado por la Revolución Cubana. De acuerdo con el último Informe de Cuba sobre la resolución 68/8 de la Asamblea General de la ONU, “no hay un solo ámbito de actividades económicas y sociales del pueblo cubano que quede exento de la acción destructiva y desestabilizadora que impone esta política ilegal”; y para julio del 2014,  “el daño económico ocasionado al pueblo cubano por la aplicación del bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba, considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional, asciende a un billón 112 mil 534 millones de dólares, a pesar de la reducción del precio del oro en comparación con el período anterior. A precios corrientes, durante todos estos años, el bloqueo ha provocado perjuicios por más de 116.880 millones de dólares norteamericanos”.

Robustecida por el apoyo prácticamente universal a la causa del fin del bloqueo, Cuba ha triunfado nuevamente en la arena diplomática y en la batalla de ideas a favor de la justicia y en contra de la barbarie imperialista. Ya ha soportado treinta y cuatro años más que los que soportó el pueblo celtíbero de Numancia, en la actual España, cuando el imperio romano asedió su ciudad en el siglo II a.C., en un hecho histórico recordado por la heroica resistencia de los oprimidos y por la brutalidad y el abuso del poder de los opresores. La de Cuba también será recordada como una hazaña, como el triunfo de la razón moral frente a la decadencia imperial de la potencia norteamericana porque, como bien lo dijo José Martí, su lucha se hace “no a mano ligera, sino como con conciencia de siglos…”

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