sábado, 21 de junio de 2014

Ecuador: La reelección presidencial

Desde un punto de vista revolucionario, la reelección, como principio, debe ser sostenido y respetado: la alternancia nunca fue, en ninguna parte del mundo, garantía de cambios sociales y, con frecuencia, sirvió para que los nuevos gobernantes echaran al cesto de basura los beneficios sociales y políticos dispuestos en gobiernos anteriores.

Jaime Galarza Zavala / El Telégrafo (Ecuador)

El presidente Correa ha planteado el tema
de la reelección indefinida en Ecuador
A escala nacional hay un debate ardoroso acerca de la pretendida enmienda constitucional que permitiría la reelección indefinida de todos los cargos sujetos al voto popular, pero que en forma declarada por algunos asambleístas se encaminaría a propiciar la reelección del presidente Rafael Correa. Este debate está encendido dentro y fuera de Alianza PAIS. No debería ser tan extendido: después de todo, el pueblo tiene derecho a elegir y reelegir a quien le convenga, como tiene derecho legal y constitucional a destituir a cualquier funcionario del Estado, por alto que sea, mediante la revocatoria del mandato.

Lo que ocurre es que, para la derecha, los ultra de izquierda y derecha, y los oportunistas de todo pelambre, la enmienda dejaría abierta la senda a un nuevo triunfo del líder de la Revolución Ciudadana, y esto significa abrir otra vez la puerta al diablo. Hay, pues, que invocar a todos los santos y a la corte celestial para impedirlo.

Desde un punto de vista revolucionario, la reelección, como principio, debe ser sostenido y respetado: la alternancia nunca fue, en ninguna parte del mundo, garantía de cambios sociales y, con frecuencia, sirvió para que los nuevos gobernantes echaran al cesto de basura los beneficios sociales y políticos dispuestos en gobiernos anteriores. Bastan, como ejemplos, los múltiples y nefastos pasos hacia atrás dados por gobiernos surgidos de esa supuesta ‘alternancia democrática’: la sangrienta política represiva de Febres-Cordero, el entreguismo de Sixto Durán-Ballén a favor de las compañías petroleras, las quiebras bancarias con Jamil Mahuad, la corrupción galopante con Lucio Gutiérrez, y un interminable etcétera.

En el caso que nos ocupa, si de revolución se trata y no de marchas en el mismo terreno o reciclaje de funcionarios, lo que debe preocupar a Alianza PAIS, a sus aliados actuales y potenciales es algo muy distinto a la enmienda constitucional, relativamente fácil dada la mayoría de la Asamblea tan vinculada al Gobierno actual; lo que debe preocuparles es sentar las bases para un triunfo claro y contundente en las elecciones de 2017, y esto pasa por la aplicación rigurosa de, al menos, 10 medidas o políticas:

1. Denuncia y freno a la corrupción dentro de las instituciones y empresas del Estado.

2. Reducción de la burocracia innecesaria, especialmente en nivel de asesores, y rebaja de latisueldos.

3. Cumplimiento del principio sentado por el presidente Correa:  “Sin Revolución Agraria no hay Revolución Ciudadana”.

4. Acciones concretas contra toda manifestación de sectarismo.

5. Tolerancia a las discrepancias internas y a la crítica externa.

6. Apertura de foros locales para el tratamiento de los asuntos de interés seccional.

7. Mano tendida a cuantos coincidan en los grandes objetivos de soberanía nacional y políticas de desarrollo social.

8. Participación plena de los jóvenes y adolescentes en grandes planes de transformación. Ejemplo: en campañas masivas de reforestación, arte y deportes.

9. Limitación clara y precisa del crecimiento del capitalismo, a fin de que no desborde el desarrollo armónico de la sociedad.

10. Afirmación plena de la política latinoamericanista, de integración, de apoyo a la paz mundial y oposición a todos los planes de dominación imperialista.

La aplicación de estas políticas sería una base para dar consistencia a la propuesta reelección. De lo contrario, la enmienda solo serviría para que se desate contra Alianza PAIS y el presidente Correa una campaña de furibundas acusaciones, calumnias y conspiraciones, en medio del desencanto y la frialdad del pueblo ecuatoriano. Es decir, marchar a la derrota.

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