sábado, 3 de mayo de 2014

Centroamérica y el Caribe en la disputa geopolítica actual

Aunque es evidente que la presencia de Lavrov en la región responde a los intereses geoestratégicos de Rusia en el momento político que vive hoy el mundo, desde una perspectiva latinoamericana y, si se nos permite decirlo, martiana, no deberíamos desdeñar la posibilidad de equilibrar nuestra presencia en la escena política mundial aprovechando estas coyunturas y los intereses que saca a flote.

Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica

En Nicaragua, el canciller ruso Lavrov
se reunió con el presidente Daniel Ortega.
Cuando aún existían los dos grandes bloques geopolíticos del mundo, comandado uno por los Estados Unidos de América y por la Unión Soviética el otro, Centroamérica se encontró en vórtice de las disputas entre ellos.

Inmersos los centroamericanos en una guerra que duró casi cuarenta años, los postulados ideológico-políticos que servían de sustento a cada uno de estos bloques, se expresaron tanto como lucha por la liberación nacional, como por el mantenimiento de status quo, entendido este como defensa del “mundo libre”.

En Centroamérica, los Estados Unidos de América lucharon denodadamente porque no se repitiera lo acaecido en Cuba, que posibilitó que existiera un bastión del campo socialista a escasas 90 millas de sus costas.

Aunque habían colaborado y apuntalado a los regímenes centroamericanos que les eran afines desde los años 50, cuando derrocaron al gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán en Guatemala e impusieron el Estado Contrainsurgente, fue en la década de los 80, cuando triunfa la Revolución Sandinista en Nicaragua, que su participación se torna más agresiva.

Por su parte, la Unión Soviética y Cuba apoyaron a Nicaragua y a las guerrillas de El Salvador y Guatemala que, dado el triunfo sandinista, amenazaban con poner en entredicho la hegemonía norteamericana en la zona.

El derrumbe de la Unión Soviética y el campo socialista europeo dejó sin sus apoyos externos fundamentales al movimiento revolucionario centroamericano, lo que dio pie a la apertura de un nuevo período de recomposición de fuerzas que se vive hasta hoy día.

En Guatemala, la URNG fue incapaz de traducir electoralmente la ascendencia política que tenía en el país antes de los acuerdo de paz de 1996. Hoy, la URGN, como partido político, concita escaso apoyo y ve muy lejana la posibilidad de acceder al poder.

En El Salvador, el Frente Farabundo Martí inicia su segundo período en el gobierno, en un contexto que le ha llevado a un aggiornamento de los postulados originales que sostenía cuando era expresión armada del descontento popular, y en Nicaragua se ha pasado a proclamar la lucha por una sociedad cristiana, solidaria y socialista, inscribiéndose en el circuito de los países de la ALBA sin que esto signifique, sin embargo, deterioro en sus relaciones con los Estados Unidos, antaño enemigos acérrimos.

Es a esta Nicaragua a la que ha llegado en estos días Serguei Lavrov, canciller de la Federación Rusa. Lo hace en el contexto de la ofensiva que Occidente, es decir, los Estados Unidos y la Unión Europea, han lanzado sobre Ucrania, tratando de inscribirla en el circuito de la OTAN y, por lo tanto, alejándola de Rusia, de la que hasta ahora ha sido aliada y baluarte de su concepto geopolítico del orden mundial. Lo hace, también, en momentos en el que Rusia logró contener los avances de ese mismo Occidente en Siria, pieza fundamental en la geopolítica del Medio Oriente.

Y llega Lavrov a esta zona que los Estados Unidos consideran parte de su espacio vital, ubicado en el primero círculo de su defensa estratégica y en la que, como hemos visto en el pasado, está dispuesto a intervenir de la manera más brutal con tal de mantenerla bajo su control.

Antes de Nicaragua, el canciller ruso estuvo en Cuba, en donde hubo declaraciones amistosas y reafirmación de los vínculos que unen a las dos naciones. Es decir, Lavrov se paseó por el Mare Nostrum norteamericano que es el Caribe, haciéndole ver a la potencia del Norte que, así como ellos intervienen en lo que consideran su espacio vital en Europa, Rusia también tiene apoyos en las mismísimas barbas del Tío Sam.

En el contexto de la Conferencia Panamericana de 1889, José Martí, que participó en ella como representante oficial de varios países latinoamericanos, proclamó su postura para América Latina de lograr una política de equilibrio. “El equilibrio del mundo”, le llamó, y en ella abogó porque nuestros países, ante la avasalladora presencia norteamericana, establecieran relaciones con otras naciones de fuera de la región, de tal manera que pudieran contrabalancear la influencia norteamericana.

Aunque es evidente que la presencia de Lavrov responde a los intereses geoestratégicos de Rusia en el momento político que vive hoy el mundo, desde una perspectiva latinoamericana y, si se nos permite decirlo, martiana, no deberíamos desdeñar la posibilidad de equilibrar nuestra presencia en la escena política mundial aprovechando estas coyunturas y los intereses que saca a flote.

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