sábado, 5 de abril de 2014

Guatemala: La muerte de un gran pedagogo

Carlos González Orellana fue una personalidad connotada en el mundo de la educación en Guatemala. Siendo muy joven se desempeñó como Viceministro de Educación del gobierno de Juan José Arévalo y posteriormente Secretario de Divulgación de la Presidencia. Su vida fue una muestra de la intelectualidad avasallada por el oscurantismo reaccionario. 

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El 1 de abril murió en la ciudad de Guatemala quien ha sido calificado como el más  grande pedagogo guatemalteco: Carlos González Orellana.  La noticia que ha conmocionado al mundo intelectual y universitario del país, me toca profundamente en lo personal. Recuerdo al Dr. González Orellana desde mis primeros años de infancia por la amistad que tuvieron mis padres con él y con su esposa Teresita. También porque mis padres y otros estudiantes de humanidades de los años sesenta del siglo XX, organizados en la Asociación  Pro Retorno al Humanismo (APRAH), apoyaron activamente su candidatura a Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos. En este caso la victoria no pudo ser,  pues las fuerzas conservadoras fueron imbatibles en la conducción de dicha facultad. No así en el movimiento estudiantil de aquella época,  que habría de dar connotados dirigentes estudiantiles como lo fue mi propio padre Carlos Alberto Figueroa, Mario Botzoc Hércules, Carlos Orantes Trócoli, María Rodriguez, Mario René Matute, Miriam Colón y otros más que sería largo enumerar.

En aquellos años, Carlos González Orellana ya era una personalidad connotada en el mundo de la educación en Guatemala. Siendo muy joven fue Viceministro de Educación del gobierno de Juan José Arévalo y posteriormente Secretario de Divulgación de la Presidencia. Pertenecía a una generación nacida a principios de los años veinte del siglo pasado,   algunos de cuyos integrantes  fueron estudiantes y egresaron como maestros de la Escuela Normal para Varones. Educados en una escuela para mentores paradójicamente militarizada durante la dictadura de Jorge Ubico, algunos de esos jóvenes transformaron su antimilitarismo en una postura revolucionaria.

Acaso los más destacados de esta generación de jóvenes normalistas por el papel que después jugaron en la lucha antidictatorial, en la década revolucionaria y luego en los años de resistencia a la contrarrevolución,  se encuentren  el propio González Orellana, Héctor Cabrera, Eugenio Aragón, Rodolfo Ortíz Amiel,   Víctor Manuel Gutiérrez, Mario Silva Jonama y  Rafael Tischler Guzmán. El Dr. González Orellana fue sumamente afortunado, pues mientras los tres últimos fueron asesinados por la dictadura militar, él pudo salir a un primer exilio que fue fructífero. Hizo un doctorado en pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y su tesis se ha convertido en un clásico de la literatura de la educación en Guatemala: “Historia de la Educación en Guatemala”. En 1980, Carlitos González Orellana como cariñosamente lo llamaban sus allegados, tuvo que volver a salir al exilio para evadir la muerte que propalaba la dictadura encabezada en ese momento por Romeo Lucas García. Su segundo exilio lo hizo en Costa Rica,  lugar en el que fue investigador del Consejo Superior Universitario de Centroamérica (CSUCA) y profesor universitario.

Su vida fue una muestra de la intelectualidad avasallada por el oscurantismo reaccionario. No obstante, su  obra teórica y práctica llevará a Carlos González Orellana a la posteridad. Me quedo con su hablar reposado, su temperamento tranquilo, su serenidad para enfrentar la adversidad, su fino sentido del humor y su incomparable modestia.

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