sábado, 29 de marzo de 2014

Frida de América

Frida  asumió y enriqueció muchas de las tendencias que dominaron la política y la estética de su tiempo a partir de una indagación moderna y radical sobre su propia vida: su obra lleva hasta las últimas consecuencias la sensación de fragmentación que caracteriza al sujeto moderno.

Autorretrato con collar de espinas (1940).
José Antonio Figueroa / El Telégrafo (Ecuador)

Entre el caos que vive el México neoliberal y la polución insostenible de su capital, el barrio Coyoacán sobresale porque invita a ser recorrido por sus estancias y jardines y porque en él están depositadas algunas memorias de acontecimientos clave del siglo XX. Allí está la casa azul de Frida Kahlo, donde vivió con  Diego Rivera, y a muy pocas cuadras, la casa museo de León Trotski, donde viviera el líder de la Revolución Rusa  entre 1939 y 1940. Trotski y su esposa, Natalia Sedanova, habían arribado a México en 1937, protegidos por Kahlo y Rivera, quienes tramitaron ante Lázaro Cárdenas el asilo para la pareja de revolucionarios soviéticos, víctimas de los peores vejámenes del estalinismo.

Las dos parejas compartieron la casa de Frida hasta 1939, cuando las desavenencias entre Rivera y Trotski se hicieron insostenibles. En la casa azul de Frida están depositados fragmentos de la memoria de una mujer que supo incorporar lo más radical y transgresor de la estética y de la política de la primera mitad del siglo XX. Frida asumió el pensamiento comunista, la experimentación vanguardista del arte, el surrealismo, transgredió las fronteras del género y removió los cimientos de la moral al practicar una bisexualidad abierta.

De igual modo, Frida indagó en el significado estético del mestizaje y su arte le permitió dignificarse ante el dolor. Llama la atención, sin embargo, que la presencia de Trotski, quien vivió un corto pero significativo romance con Frida, está borrada de la casa.

Frida  asumió y enriqueció muchas de las tendencias que dominaron la política y la estética de su tiempo a partir de una indagación moderna y radical sobre su propia vida: su obra lleva hasta las últimas consecuencias la sensación de fragmentación que caracteriza al sujeto moderno, tan prolíficamente indagada por el sicoanálisis y que permitió el surgimiento del surrealismo. Por eso Bretón se fascinó por su obra y la catalogó de surrealista. 

Frida, por su lado, no acogió la clasificación propuesta por Bretón porque sabía que su sentido de fragmentación no provenía solo del mundo del inconsciente sino que estaba inscrito en el dolor consciente de su cuerpo. 

Seducida desde joven por las ideas comunistas que recibió de Tina Modotti y del dirigente cubano Julio Antonio Mella, Frida cultivó una conciencia política mantenida hasta su muerte. En su obra se combinan el dolor y la militancia política como se ve en la serie de corsés en los que se encuentran inscritos la hoz y el martillo. Sus experimentaciones mostraban el importante papel terapéutico del arte y su capacidad redentora de la dignidad.    

Tomando como referencia principal la experiencia de su vida, Kahlo indagó sobre la condición  americana y mexicana con un profundo sello personal. Alejada de todo chovinismo, indagó en el mestizaje desde su posición política en el mundo, desde su propio amor y desde su propio dolor.

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