sábado, 16 de noviembre de 2013

Venezuela: “un país polarizado”

Quienes en Venezuela desconocen el país en el que viven son aquellos que quisieran que siguiera siendo el país de antes, en el que sí se reconocerían y en el que se sentirían cómodos: un país polarizado en el que, sin embargo, quienes protestaban contra esa polarización recibían garrote, y no el país que en América Latina ha disminuido más las desigualdades en los últimos diez años.

El llanto de la oposición venezolana
(ilustración de Iván Lira).
Rafael Cuevas Molina
Presidente AUNA-Costa Rica

Quienes se duelen de los cambios que están teniendo lugar en Venezuela esgrimen, con harta frecuencia, la idea que Venezuela es un país polarizado. Chávez y, más en general, el chavismo, serían los culpables de tal polarización.

Esta polarización habría llegado a tal punto que algunos venezolanos ya no reconocerían su país. Viven en otra parte, en un lugar que les es ajeno, en el que se siente a disgusto, en el que se han dislocado las cosas.

Ni siquiera las tradiciones más queridas serían referentes hoy; comer hallacas u oír música llanera habría perdido sentido en medio de un mundo confuso y revuelto en el que dicen sentirse exiliados sin haberse ido.

Considera esta gente que la polarización en un fenómeno nuevo, inexistente antes de la llega de Hugo Chávez al poder en Venezuela, y sus congéneres ideológicos en América Latina repiten esta idea. Malos los chavistas por enfrentar hermano contra hermano, odiosos por envenenar a la sociedad con estas ideas que rompen la unidad nacional.

¿Quién piensa de esta manera en América Latina? La derecha en toda su gama, desde los que militantemente intentan “voltear” a los gobiernos nacional-progresistas que, como Venezuela, avanzan en América Latina, hasta los que se dicen demócratas o apolíticos pero que quieren la paz y la concordia entre hermanos.

Parten del supuesto que América Latina no es “el” territorio polarizado por excelencia en el mundo. Decir que esta es la región con mayores desigualdades es ya casi un lugar común, pero seguramente para ellos eso no es estar polarizado. Piensan, además, que sociedades como Guatemala, Honduras, Chile o Perú, por ejemplo, no son países polarizados.

Guatemala es uno de los países más polarizados de América Latina. La población indígena se encuentra en una situación de tan precaria subsistencia que los indicadores económicos y sociales del país solo pueden ser comparables con los de países africanos. Hay un estado de sublevación permanente por parte del polo de los desposeídos, que es mayoritario, que protesta no solo por el estado de postración al que se le confina, sino por el constante atropello que sufren de su derecho a escoger el tipo de vida y desarrollo que consideran que necesitan. Y hay una permanente respuesta represiva, violenta y autoritaria, del polo de los dominantes, que no duda en amenazar, amedrentar, secuestrar y matar a quienes se opongan a sus designios.

Esta sociedad polarizada está partida, a tal punto que fácilmente se puede hablar de, por lo menos, dos naciones en el seno de un mismo país. En Guatemala, ser “indio” es tener costumbres, tradiciones, vestimenta, idioma y sensibilidades distintas a la de los occidentalizados “ladinos”.

¿No sucede exactamente lo mismo en el Perú? ¿No ha estado cimbrada la sociedad chilena por las masivas protestas en contra, precisamente, de un modelo que acrecienta la polarización social, no solo en la posesión de los medios de producción o los ingresos sino, también, en opciones de vida? ¿Es culpa de Manuel Zelaya que los pobladores, las mujeres, los campesinos, los trabajadores del campo, los indígenas y la pequeña clase media se sientan indignados y protesten, primero contra el golpe de estado y, luego, contra el estado de postración en la que se encuentra el país que lo hace el segundo más pobre del continente después del arrasado Haití? ¿No son Honduras, Guatemala, Perú o Chile países profundamente polarizados que, además, se encuentran en constante ebullición precisamente porque esa polarización no solamente no cesa sino que se incrementa?

Quienes en Venezuela desconocen el país en el que viven son aquellos que quisieran que siguiera siendo el país de antes, en el que sí se reconocerían y en el que se sentirían cómodos: un país polarizado en el que, sin embargo, quienes protestaban contra esa polarización recibían garrote, y no el país que en América Latina ha disminuido más las desigualdades en los últimos diez años.

Desacostumbrados como están a ver empoderados a sectores que antes estaban invisibilizados y verlos asumir protagonismos les parece cosa de otro país. Entonces, se siente extranjeros en su propia tierra. Lo mismo le pasa a los ecuatorianos que se consideran desplazados por estas nuevas circunstancias que vivimos. Los bolivianos “cambas” no solo se duelen sino que tratan, en la práctica, de construir efectivamente otro país iniciando procesos separatistas que, afortunadamente, han dado al traste.


Vivir en sociedades capitalistas con grupos sociales con intereses distintos y, muchas veces, contrapuestos entre sí, es, de hecho, vivir en sociedades polarizadas; en América Latina, esa polarización es vivida de forma exacerbada, y los países que, como Venezuela, han iniciado caminos para tratar de revertir esa situación, pasarán por momentos de intenso enfrentamiento entre los polos que siempre existieron.

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