sábado, 21 de septiembre de 2013

Un Hijo, dos historias generacionales, una confesión de amor y mucho más…

Desde 2007, Antonio Hodgers es diputado nacional en Suiza y jefe de la bancada del Partido Verde. A pesar de sus escasos 37 años, su fulgurante vida política de casi veinte años lo perfila como una de las jóvenes figuras más importantes de la escena nacional.

Sergio Ferrari / Especial para Con Nuestra América
Desde Ginebra, Suiza

Antonio Hodgers, diputado suizo de origen argentino.
Argentino de origen, hijo de padre desaparecido, acaba de publicar junto con su esposa Sophie Balbo su primer libro: “Hijo”. Biografía a cuatro manos elaborada en un diálogo tan intenso como emotivo con su madre, Silvia Hodgers, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores,  una de las organizaciones guerrilleras que actuaron en ese país sudamericano durante la década de los años 70.

De la militancia juvenil a la prisión. De la cárcel al exilio. La vida de Silvia ilustra la trayectoria casi fortuita de miles y miles de latinoamericanos resistentes contra las tan variadas como múltiples dictaduras de los años setenta y ochenta. Con distintos nombres y con los mismos métodos, los militares impusieron décadas negras de represión generalizada, silencios obligados y democracias postergadas. Desapariciones forzadas; cárceles repletas; exiliados a montones; familias destruidas; son parte del corolario de esa etapa sombría de América Latina. Que hoy, tres décadas más tarde, gracias al sacrificio silencioso de esos miles de resistentes –presentes o ausentes-, transita una nueva construcción democrática. Que permite mirar hacia atrás, sentir, evaluar, e incluso escribir…

“Hijo” de Antonio Hodgers y Sophie Balbo que acaba de publicarse en Suiza y que suscita un particular interés mediático es el encuentro de dos historias generacionales – la de Silvia y la de Antonio- y por sobre todo una confesión mutua de amor infinito. Bajo el amparo sigiloso de Héctor, padre de Antonio, que 35 años después de su desaparición aporta omnipresente y en silencio, el trasfondo de un amor clandestino no menos infinito. Al que Antonio intenta redescubrir en su vuelta a Argentina, ya adolescente.

Tras las huellas de su padre, la vuelta a Argentina

La noche de Navidad de 1994, ni su abuela ni su tía, organizan la celebración tradicional. Antonio, que realizaba un viaje de 6 meses por el continente latinoamericano, no termina de entenderlo. “No hay más Navidad en mi familia desde hace veinte años”, constata. Iniciando otro viaje, simbólico, casi sin retorno, para buscar los porqués y descifrar las causas de los silencios de una familia destruida por ausencias y culpabilidades.

“Me quedan algunas semanas antes de volver a Suiza. No podía volver sin afrontar la verdad que rodea la desaparición de mi padre. Quería saber porqué luego  de lograr escaparse a su primera detención, pudieron capturarlo de nuevo tan fácilmente. Me lanzo a investigar sobre las circunstancias de su desaparición”, recuerda el autor. Quien obtiene finalmente una copia de la denuncia presentada por su abuela  en 1983 por la desaparición de  Héctor acaecida tiempo atrás, en mayo de 1976. Y descubre entonces un complejo laberinto de recuerdos que incorporan las presiones familiares sufridas por parte de las fuerzas represivas. “Durante meses los militares hicieron sin embargo creer a su familia que todavía estaba vivo, con la esperanza de obtener su colaboración para detener a mi madre”, explica Antonio Hodgers.

Y en ese momento del relato, aparece una de las claves de su historia en tanto “Hijo”. Cuando comprende “la razón del duelo imposible de mi abuela”, que es su propio duelo. “En el avión de regreso a Ginebra siento una enorme tristeza por ella. Es ya tan difícil para una madre sobrevivir a la muerte de su hijo, pero ¿cómo continuar a vivir si se siente culpable de ella?”, se interroga.

Y junto con el alivio de causas explicadas, el derecho al dolor profundo. Los meses que siguieron ese viaje “me permitieron llorar la desaparición de mi padre como nunca antes lo había hecho.  Su inexistencia física, desde mis primeros años de vida, fueron una normalidad para mí. Haciéndome adulto, percibo ahora como me pesa su ausencia. De golpe me falta terriblemente. Tendré pronto veinte años y es ahora que le necesito”.

El compromiso político

¿Qué hacer con una herencia tan pesada como la de la militancia a vida o muerte de los padres? ¿Cómo apropiarse de dolores, derrotas y  compromisos profundos de la generación anterior? ¿Odiar a los progenitores por los dolores encarnados o amarlos ilimitadamente por su entrega generosa?

Interrogantes todos a los que se confronta el joven argentino-suizo, producto de dos mundos y actor de dos historias.

“Cada joven se plantea la cuestión de seguir o romper con la herencia de los padres. En mi caso, se trataba del compromiso político. La ‘desaparición’ de mi padre por parte del terrorismo de Estado me llevó rápidamente a entender que no tenía elección: debía continuar su combate”.

Y las razones de la decisión son fundamentalmente tres para Antonio Hodgers. En primer lugar, para demostrar que sus verdugos no vencieron. Además, porque “como yo nunca lo conocí, el modelo que me hago de mi padre está esencialmente ligado a su compromiso político”. Y finalmente, “porque mi madre me transmitió los valores que eran suyos. Lejos de lamentar sus elecciones, siempre ella asumió sus luchas, a pesar del precio que ella y sus compañeros debieron pagar”.

Convencido sobre la necesidad de su compromiso político, dice “sí a la herencia de los valores, pero bajo qué forma concreta”, se interroga Antonio Hodgers buscando el espacio más favorable para su militancia.

Si sus padres asumieron la lucha armada contra regímenes dictatoriales y con un modelo de sociedad socialista, cuando él decide comenzar su militancia, Europa vive “los últimos meses del régimen soviético, con la caída del Muro de Berlín” como expresión de la fragilidad de Estados “desconectados de las aspiraciones de sus pueblos”.

Y esta lectura de la realidad aparece como esencial en la definición del compromiso del autor, que comenzó como adolescente a militar en el Parlamento juvenil de su municipio ginebrino de Meyrin; que se prolongará como diputado cantonal –provincial- en el Parlamento del Cantón de Ginebra,  hasta llegar más tarde  a una diputación nacional y disputar, en las elecciones de octubre próximo, un cargo en el poder ejecutivo colegiado del mismo cantón. En un ritmo y velocidad militante que le llevan a organizar brigadas y delegaciones a Cuba y Bosnia, a comprometerse con los “sin papeles” y nuevos refugiados, y librar numerosos combates políticos-asociativos en su propia búsqueda de paradigmas de justicia.

Empujado por una reflexión personal de fondo que integra los interrogantes propios de la nueva etapa que vive la humanidad hacia casi al terminar el siglo pasado.

“Constato que resumir la lectura del mundo a un esquema capitalismo versus comunismo, o derecha versus izquierda, como en la época de mis padres, no alcanza. La realidad es más compleja y el universo del pensamiento político, también”, reflexiona el joven diputado nacional.
Anticipando su nueva forma de pensamiento, “su verdad siglo XXI”: “nuestra generación está condenada a reinventar un proyecto de sociedad. La necesidad de encontrar nuevos códigos de lectura me ocupará el espíritu durante varios años. No descubriré las pistas que buscaba sino más tarde gracias a la ecología política…el proyecto de sociedad más adecuado para confrontar los desafíos del siglo XXI”, enfatiza.

Algo más que un homenaje personal

“Hijo”, conlleva un doble homenaje. Antonio, dedica el libro a “mi abuela, mi madre, mi hermana, mi esposa y mi hija –nota del redactor: a punto de nacer-, las mujeres en las que puedo contar”. En tanto Sophie, la co-autora –que pone en letras numerosos diálogos con Silvia Hodgers -, lo dedica a “Héctor, mi suegro”.

Homenaje que expresa el alma misma de un libro que describe vidas, que derrochan pasión y compromiso.

Y que concluye, con cuarenta páginas de anexos explicativos sobre la Ecología Política – un real paradigma para Antonio Hodgers- bajo el mismo signo del cuestionamiento personal inicial. “Mis padres lucharon por una causa. Mi madre sacrificó su juventud, su carrera profesional. Mi padre pagó con su vida. Incluso ausente, él me aporta mucho todavía. Es un modelo que no puedo traicionar”.

Ayer argentino-latinoamericano marcado por la resistencia armada. Hoy universal, confrontado con los grandes debates de la sobrevivencia del planeta, el calentamiento global, el des-crecimiento y la ecología política. “Hijo” de desaparecido que se asume, sobre todo, hoy, como hijo de un planeta amenazado.

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