sábado, 7 de septiembre de 2013

Síntomas insurreccionales en Colombia

Los movimientos masivos del pueblo colombiano, acompañados de bloqueos, son una presión más al gobierno para que acepte los reclamos populares. Las dos vertientes terminarán convergiendo sin duda: las conversaciones con la guerrilla y el pueblo civil desafiando al poder y pidiendo se atienda sus demandas históricas.

Juan Félix Montero / Especial para Con Nuestra América

Los estudiantes protestaron en Bogotá
en apoyo a los campesinos colombiano.
Quienes vanguardizan la lucha por la Paz en Colombia lo habían anticipado, la paz con justicia social será el resultado de un proceso que tendrá como su protagonista principal al pueblo colombiano. Mientras se desarrollan las conversaciones en la Habana, Cuba, que ya llevan varios meses, en Colombia crece la efervescencia. No han sido fáciles estos meses, el proceso de Paz cuenta a lo interno y externo con poderosos enemigos, pero también  cada día aumenta el número de personas, organizaciones y gobiernos  que se suman, unos como  simpatizantes y otros con decidido compromiso.

Combinar todas las formas de lucha. La estrategia política que ha conducido a la actual situación viene desgranándose con altibajos desde hace ya muchos años desde el campesinado y los bananales, los centros educativos, instituciones públicas, la minga indígena, las fábricas,  participando en los procesos electorales como una opción para acceder al gobierno. A ello vino a sumarse la lucha guerrillera cerrando el círculo.

El movimiento popular ha adoptado la estrategia de aplicar todas las formas de lucha, ante un enemigo interno y externo que también aplica “todas las formas de lucha” que van desde la represión a las huelgas, fraudes electorales, desaparición de sindicalistas y dirigentes campesinos, falsos positivos, chuzadas, asesinato selectivo de los jefes de las guerrillas, planes contrainsurgentes, bases militares extranjeras etc, etc. Lo único que ha faltado es la invasión de tropas de los Estados Unidos.

La paradoja. Resulta extraño y difícil de comprender para algunos que precisamente quienes desde la selva se enfrentan al ejército, a la policía y a los paramilitares, sean en estos momentos los portadores del estandarte de la Paz. También llama la atención que sea  en el marco de las conversaciones de Paz, cuando las organizaciones guerrilleras, en especial las FARC y el ELN enfrentadas entre si durante mucho tiempo y pese a los frustrados intentos de reconciliación hayan logrado por fin ponerse de acuerdo, lo que hace preveer que muy pronto se den conversaciones paralelas con el ELN y quizá con el EPL.

La unidad de los movimientos insurgentes  que han logrado superar la dispersión retardataria, han sido históricamente síntomas de un desenlace favorable a su lucha. La entrega del ingeniero canadiense retenido, como un gesto de Paz por parte del ELN, que ha sido bien recibido por el presidente Santos y como consecuencia abrirá una mesa de conversaciones paralela con esta guerrilla, es una demostración de que todo el movimiento insurgente en estos momentos apunta, salvando diferencias no estratégicas, en una misma dirección. 

Como está creciendo la lucha insurreccional. Cafetaleros, campesinos en el Catatumbo, estudiantes que reclaman una educación gratuita y de calidad, mineros artesanales , trabajadores de la salud, educadores,  en Colombia se ha venido consolidando una plataforma concensuada de lucha que está en el terreno haciendo lo que el presidente Santos no quería en las conversaciones en la Habana: que se discuta el modelo económico.

Están de esta manera dejando en evidencia  como los TLC que los gobiernos han venido pactando a diestra y siniestra son la columna vertebral   de la problemática social que hoy vive el país. Todo esto agregado a la escandalosa concentración en la tenencia de la tierra y un sinfín de temas más. El paro indefinido está conduciendo a la militarización del país, no ya contra los grupos guerrilleros, sino contra la población civil insurrecta.

La Paz en Colombia es la Paz del continente. Pese a un panorama estigmatizado que presentaba por un lado  a bandoleros narcotraficantes y violadores indeseables y por otro lado el Estado y gobierno democrático colombiano apoyado por EEUU luchando contra el terrorismo y el narcotráfico, hoy día se va abriendo campo, pese al aparataje mediático, un mejor conocimiento de lo que en realidad sucede en Colombia.

Es aun aventurado anticipar cómo será el desenlace de los acontecimientos. Nosotros apostamos porque los diálogos en La Habana sean exitosos y se abra el espacio anhelado para que los colombianos puedan participar en procesos electorales legítimos y sin el riesgo de perecer asesinado por hacer política.

Los movimientos masivos del pueblo colombiano, acompañados de bloqueos, son una presión más al gobierno para que acepte los reclamos populares. Las dos vertientes terminarán convergiendo sin duda: las conversaciones con la guerrilla y el pueblo civil desafiando al poder y pidiendo se atienda sus demandas históricas.

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