sábado, 12 de diciembre de 2009

El más ardiente y valeroso corazón de la patria, ha dejado de latir

Nos deja un hombre indispensable, un luchador insustituible, el que a pesar de sus años, era el único dirigente a cuya convocatoria nadie se negaba.
Álvaro Montero Mejía / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
(Fotografía: Rodrigo Carazo Odio, 1926-2009)
Don Rodrigo Carazo Odio, Presidente de la Republica 1978-1982, falleció el pasado 9 de diciembre de 2009.
30 años después de las grandes reformas sociales e institucionales de Calderón y Figueres, nuestra Patria comenzó a deslizarse, poco a poco, hacia el abismo neoliberal. El primero en hacerle frente fue Rodrigo Carazo. El aparece como el cruzado intransigente que decidió impedir la venta de la Patria y la subordinación a los organismos financieros internacionales.
Carazo emerge como el defensor y reconstructor de la democracia nacional. Si Don Juanito (Mora) sumó las fuerzas necesarias por salvar a Costa Rica de la primera horda filibustera (1856), Rodrigo Carazo fue el primero en llamar y urgir a la unidad nacional, para impedir que la Patria fuera devorada por una nueva horda, aún más poderosa que aquélla.
Esas fuerzas oprobiosas, tal como ocurre en las luchas sociales de los pueblos, no aparecen de un día para otro, sino que se incuban, van tomando posiciones, se enmascaran, fingen, mienten, asumen puestos de preeminencia y trabajan con tesón y paciencia. Los enemigos de la Patria actúan con astucia, crean confusión, saben dividir, encuentran aliados y ponen a su servicio a personas, medios e instituciones.
Ya en su gobierno, la oligarquía entreguista y los banqueros mundiales, llegaron a la conclusión de que Rodrigo Carazo era incomprable, que sus ataduras con la Patria eran indestructibles, que su pasión latinoamericanista y su determinación de resistir la globalización neoliberal, lo convertían en un enemigo irreductible.
Había que destruirlo políticamente. Había que aislarlo, hacerlo responsable y culpable de los grandes daños de la espantosa crisis social y económica provocada por esas mismas fuerzas, creada en todos sus extremos, por las imposiciones del FMI y el Banco Mundial, que luego coparía a todo el continente y que convertiría a los años 80, en lo que se dio en llamar la “década perdida”.
Carazo fundó, en 1996, el Consejo de Defensa de la Institucionalidad, CDI. Desde allí convocó a todos los patriotas, nos convocó a todos, a construir una trinchera intelectual y humana, capaz de resguardar y conservar toda la herencia democrática acumulada por el pueblo a través de su historia. Ahí estuvimos, con Cristian Tattenbach Yglesias, Julio Jurado del Barco, Ricardo Rodríguez Solórzano, Ricardo Segura Ballar, Rosario Incer y la propia Doña Estrella Zeledón, siempre oportuna y discreta, junto a muchos otros patriotas beligerantes.
Mucho antes que se precipitara la ofensiva final del neoliberalismo, con el actual gobierno de los Arias, Carazo alzó la voz, dijo que la Patria estaba en peligro, señaló sin ambages a las fuerzas agresoras: los organismos financieros internacionales, las grandes corporaciones mundiales y los sectores entreguistas locales. Consciente de la magnitud de las amenazas, insistió más y más en la necesaria unidad de los patriotas. Pero conocedor como era de los seres humanos, actuaba con condescendencia y paternal comprensión.
Nos deja un hombre indispensable, un luchador insustituible, el que a pesar de sus años, era el único dirigente a cuya convocatoria nadie se negaba. Ya habrá tiempo para exponer y reseñar su obra gubernamental y humana. Ahora hemos venido hasta aquí a acompañar al amigo de corazón, paciente, acogedor, consejero, guía y patriota sin par.

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