sábado, 31 de octubre de 2009

1929 - 2009. Nosotros los de ahora, y los nuestros de entonces

Lo esencial, en esta circunstancia, es que los sectores oprimidos - siempre a la defensiva, siempre empujados a la dispersión por el acoso incesante de los opresores- despliegan hoy capacidades de iniciativa y concertación que habían estado ausentes de la política latinoamericana desde la década de 1980. Cada manifestación de esas capacidades, a su vez, ganará en fecundidad en la medida en que se vincule a una concepción general del mundo capaz de expresarse en una práctica política correspondiente a la novedad de los tiempos.

Guillermo Castro Herrera / Especial para Con Nuestra América - AUNA Costa Rica
“Nacidos en una época turbulenta, arrastrados al abrir los ojos a la luz por ideas ya hechas y por corrientes ya creadas, obedeciendo a instintos y a impulsos, más que a juicios y determinaciones, los hombres de la generación actual vivimos en un desconocimiento lastimoso y casi total del problema que nos toca resolver. […] Establecer el problema es necesario, con sus datos, procesos y conclusiones.- Así, sinceramente y tenazmente, se llega al bienestar: no de otro modo. Y se adquieren tamaños de hombres libres.”
José Martí, Cuadernos de apuntes, 1881.
Para Lourdes, siempre
1929
La crisis de 1929 tiene especial importancia para el análisis de la que enfrentamos hoy, al menos en dos sentidos. El primero y más general corresponde a su alcance y su importancia histórica: con ella culminó el ciclo de desarrollo liberal clásico, y el mundo ingresó en plenitud al siglo XX. El segundo tiene un carácter más específico. La gestión de la crisis de 1929 proporcionó un importante modelo de referencia en la formación de varias generaciones de científicos sociales latinoamericanos, en lo relativo a la comprensión del lugar y el papel de la región en los procesos de formación y transformación del moderno sistema mundial.
Así, el manejo de la crisis de 1929 fue percibido como exitoso en cuanto había logrado dos importantes objetivos. Uno, contener y revertir el terrible impacto inicial de la crisis sobre el sistema mundial. El otro, haber sido capaz de conducir a ese sistema a un escalón superior de desarrollo civilizatorio, en el que la ideología del progreso – sucesora a su vez de la de la civilización, tan cercana a las oligarquía de nuestra América - cedió su lugar a la del desarrollo, más adecuada a un mundo que dejaba de estar organizado en metrópolis y colonias para constituirse en una comunidad de Estados independientes vinculados entre sí por un mercado mundial que encontraba en el dólar norteamericano un referente monetario universal.
Como todo modelo, éste contiene imprecisiones. Lo descrito en el párrafo anterior, por ejemplo, corresponde a las formas más visibles de gestión de aquella crisis, tales como la intervención masiva del Estado en la economía, la ampliación de los derechos democráticos de las capas medias y los trabajadores en los Estados nacionales de la época, y la creación de servicios públicos eficientes de salud pública, educación masiva y seguridad social en esos países. John Maynard Keynes, en lo económico, como Franklin Delano Roosevelt en lo político y lo social constituyen sin duda los héroes más visibles de aquel momento histórico en este nivel de visibilidad.
Un segundo nivel, que ha ganado en visibilidad en estos tiempos, hace a las dos grandes reformas que conoció el sistema mundial. La primera se refiere a la creación de un verdadero sistema monetario internacional a partir de los acuerdos de Breton Woods, en julio de 1944. La segunda, y más notoria, a la de la creación del moderno sistema internacional, estructurado como una Organización de las Naciones Unidas, que pasó de medio centenar de Estados fundadores en octubre de 1945, a casi doscientos medio siglo después.
Estos dos niveles de visibilidad en la gestión de aquella crisis fueron el resultado, también, de circunstancias que estuvieron presentes entonces, pero no tienen equivalente ahora. De ellas, la primera y más notoria en el plano político es la de la claridad de las opciones enfrentadas: el liberalismo al centro, con el fascismo a la derecha y el comunismo estalinista a la izquierda, definieron de manera prístina el escenario de la geopolítica mundial entonces. Y a eso cabría agregar la amplitud de los espacios sociales, ambientales y políticos de maniobra conque contaba entonces el sistema mundial, y de los que carece hoy. Leer más...

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